jueves, 1 febrero 2018. No sé dónde estamos, parece un establo. Veo a Alberto pegado a la pared intentando deshacerse de un perro. Me fijo en que van unidos por una cuerda, y el perro además de cuatro patas tiene un brazo por rabo. Con el rabo-brazo intenta echarle una cuerda al cuello como en un rodeo, pero no lo consigue. Alberto parece estar medio dormido, porque no se defiende. Me acerco, los separo, agarro al perro por las patas traseras y se convierte en un cordero. Me da igual, pienso. Tomo impulso y le golpeo la cabeza contra la pared de piedra varias veces.