miércoles, 5 diciembre 2018. Camino por la calle. A ratos es de noche, a ratos es de día. Alberto va delante con nuestra sobrina, cruzan la calle, me quedo atrás, tengo que correr porque el semáforo va a cambiar. Intento correr con elegancia porque quiero que los que están en sus coches piensen "Qué elegantemente corre esa mujer", pero a llegar a la cera casi me estampo contra un muro. Aparecen Chivite y su mujer. Chivite me pone la mano en el hombro. ¿Qué te cuentas, Bono?", dice. A ratos es Chivite, a ratos Enrique. Después se despide, camina delante de nosotros de la mano de su mujer. Parecen dos adolescentes, pienso. Alberto y mi sobrina han desaparecido. Recuerdo que Alberto dijo que si nos perdíamos nos veríamos en el café más bonito del pueblo. Estoy en un autobús. Quiero bajar, pero no me sé las paradas. Cuando todos bajan, yo también. Plaza con casas humildes y encaladas. En una pone "Café". Entro. Es un restaurante muy lujoso. Está vacío. Estoy en el pasillo de lo que parece una residencia de estudiantes. Abro una puerta y Alberto está en la cama leyendo el periódico. Por fin has llegado, dice. En ese momento llega Míchel. El pasillo es tan estrecho que tengo que meter barriga y dejar de respirar para que pueda pasar a su habitación.