martes, 25 febrero 2020. Salgo de casa a todo correr porque pierdo el tren. Veo que llega el bus, cruzo entre los coches sin esperar al semáforo. En el bus sólo quedan libres unas piezas metálicas donde su supone que antes había asientos. Es bus está a oscuras. Parece que nos lleven al matadero. Llamo a Iván para decirle que voy para allá, pero el móvil es nuevo y no sé usarlo. Cada vez que intento marcar aparecen imágenes borrosas como las de aquella película de Wenders, "Hasta el fin del mundo". Al fin lo consigo. No lo dice pero noto por el tono de su voz que está muy decepcionado. Al parecer no la ha llegado algo que tenía que haberle enviado. Dice que mire un enlace. Aparecen varias escritoras con sus hijos o sus madres, bailando, cantando, haciendo alguna gracia especial. En uno de ellos Eva Vaz baila de maravilla con su hijo (en la vida real tiene una hija). Pienso que, efectivamente, yo no puedo enviarle algo ni remotamente parecido. Son las siete, cuando llegue me voy directamente al acto y hablamos, necesito hablarte mirándote a los ojos, ¿a qué hora empieza?, le digo. Empezó a las cuatro, responde. Estas son las únicas fotos que tenemos tuyas, dice y cuelga. Miro las fotos que me envía. Aparezco en grupos, todo el mundo posando con sus mejores sonrisas. Yo de negro, con la camiseta levantada tapándome la cara.