viernes, 3 abril 2020. Alberto y yo vamos por una calle tranquila a la que dan casitas con jardín. Pasan dos carteros en moto, vestidos como en aquella serie "Crónicas de un pueblo". Pienso que son policías camuflados. Me separo de Alberto dos metros para que crean que no vamos juntos. No llevamos guantes ni mascarilla y Alberto, además, no lleva camiseta. Sonia aparece detrás de un poste de luz (de aquellos antiguos, enormes de cemento), nos hace señas, dice que conoce una peluquería que abre de tapadillo. Entramos en una galería de comercios, todos están cerrados. La peluquería tiene la persiana metálica bajada hasta la mitad, pero dentro está oscuro y no se ve a nadie. Mejor nos vamos, les digo. Sonia dice que salgamos por un ventanuco donde escondió una cuerda por si llegaba el caso. ¿No es más fácil salir por donde hemos entrado? Alberto y Sonia deslizan una cuerda hacia la calle e intentan salir por el ventanuco, pero es demasiado pequeño. La escena parece de Buster Keaton. Yo los observo desde la acera, donde llevo ya un rato esperándolos.