jueves, 23 mayo 2020. Tengo que hacer la maleta y no encuentro mi ropa porque alguien la ha desordenado (como es habitual en mis sueños). Se supone que llegué con una maleta pequeña y ahora me falta espacio. Decido no llevarme nada. Espero al autobús en una especie de cueva/bar. Unos chicos preguntan por mi camiseta (amarilla con la cabeza de un burro, donde debajo pone "Peña el gato, San Marcos 2004"). Les cuento que inventamos una peña para ir a las fiestas de San Marcos. Les hace tanta gracia que no quieren que me vaya, quieren que un amigo la vea. Llaman a la puerta de una cueva más pequeña que hay en la propia cueva porque su amigo está dentro, durmiendo. Mientras, les explico que la blusa que llevo sobre la camiseta era de mi abuela y que tuve que hacerle unos ojales de más para poder ponérmela. Les explico cómo se hacen los ojales. Me escuchan extasiados.
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Sala de ordenadores. Llevo una vía en el brazo. Van a instalarme un programa para morir sin dolor, desapareciendo como si me esfumara en el aire. Unas chicas tratan de impedirlo a toda costa. Veo cómo se esconden bajo la mesa para cazarme. Cojo un armario para protegerme y camino hacia el ascensor. Al llegar a la calle es carnaval. Hay puestos vendiendo disfraces. Cojo del suelo un trozo grande de plástico blanco y me cubro con él como si fuera un fantasma. Una chica que lleva una cámara me dice que necesitaré algo más para mi disfraz (no sabe que sólo estoy escondiéndome). Le pregunto si puedo acompañarla a hacer fotos. Claro, serás mi iluminadora personal, responde.
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Mi madre cuenta que su médico era muy malo. No entiendo nada. Siempre dijo que no había tenido un médico mejor. No le digo nada, estoy distraída. Mientras oigo su voz de fondo no puedo apartar la vista de uno de esos artilugios que ponen en los bancos para que nos roben los bolígrafos que hay tirado en la acera, entre hojas secas.