martes, 14 abril 2020. Estamos en un parque con las sobrinas. Hay un concierto y una exposición de objetos de cerámica muy feos. Mi sobrina los pasea entre ellos, pienso que romperá alguno sin querer, pero no le digo nada porque siempre me llaman negativa. Efectivamente, al darse la vuelta, empuja uno sin querer y se hace pedazos. Alberto va a hablar con el artista. Le da un folleto donde dice que si paga el seguro antes de las 21h, no tendrá que pagar la obra de arte. ¿Obra de arte?, era un rectángulo de barro cocido, protesto. El seguro hay que pagarlo en la catedral y son casi las 21h. Salgo corriendo pero, por un lado me pesan las piernas, y por otro cada vez que avanzo algo me encuentro en un barrio distinto. En un callejón, una pareja camina muy lentamente delante de mí. Hay vestidos extendidos en el suelo. Dudan si cogerlos. Les digo que se animen, acabarán en la basura, vamos, les digo. La chica coge un vestido de novia de encaje y se lo pone. Es una calle sin salida que da al dormitorio de un niño. La cuna también está llena de ropa de bebé muy cursi. Les digo que se la queden por si tienen hijos y me abro paso para salir por la ventana. Es un piso muy alto y demás tiene rejas. Veo que en el reloj de la catedral son las 21.05h. Ya que se me ha pasado la hora, les pregunto si puedo quedarme con un pañuelo de seda verde oscuro. Cuando salgo por fin de la habitación, al tomar el ascensor me veo reflejada en el espejo: soy muy bajita, muy gorda y llevo el pelo rapado y rubio platino. No entiendo que ha pasado, pero tengo que volver cuanto antes al parque. Le digo a Alberto que no he podido pagar el seguro y que la pieza costaba 280 euros y me responde que no pagará más de 20 por ella. En el parque han organizado un campeonato de hockey sobre hielo. Todos llevan unas camisetas (del mismo color que mi pañuelo de seda), con un escudo con una F. El organizador dice: "Y ahora vamos a dar las gracias a la persona que ha patrocinado este campeonato donando toda su ropa". Señala a Penélope Cruz, que en ese momento dice que de eso nada, que su ropa es suya, se quita una peluca idéntica a su propio pelo (que sigue teniendo debajo) y se va corriendo escaleras abajo, gritando que se arrepiente de haber sacado a sus hijos en los créditos de su última película. Nadie le hace caso y todos jalean al entrenador.