lunes, 9 noviembre 2020. Un fraile muy alto intenta ponerle una sonda a Homer Simpson. Cuando al fin lo consigue lo encierra en una alacena. Antes de que cierre la puerta le digo a Homer con gestos que huya mientras entretengo al fraile. Le pregunto con voz dulce por su comunidad, le digo que me han hablado de la felicidad y paz que se respira. El fraile se ofrece a enseñarme el edificio. Miro de reojo la puerta de la alacena, esperando que Homer pueda escapar. De repente, lo que parecía una comunidad con voto de pobreza se convierte en salones recargados de obras de arte y vitrinas con joyas. Pasamos por una iglesia exageradamente grade. Mas grande que la cualquiera del mundo, dice orgulloso como si me hubiera leído el pensamiento. Los fieles van a lo suyo, caminan como drogados, como si tuvieran que hacer alguna tarea en necesitara mucha concentración, pero no hacen nada, sólo ir de un lado a otro con la mirada perdida. ¿Quienes son?, pregunto. El fraile me manda callar. Salimos a un prado lleno de mesas bien vestidas donde cientos de personas comen y beben. Me fijo en sus platos. Todos comen carnes con una pinta estupenda y platos de jamón. Comen con los ojos cerrados, disfrutan cada bocado. Nadie habla con nadie. El silencio incluso molesta, no parece real. Estamos al aire libre y no se oye ni un pájaro, ni una ráfaga de aire. Llegamos a la zona de celdas, un pasillo donde delante de cada puerta hay, lo que parece un fraile arrodillado y plegado con la cabeza entre las rodillas, pero al acercarnos son tortugas enormes. ¿Son de verdad?, pregunto. No las despiertes, responde, son los frailes tortuga preparándose para dormir. Corre, me dice. Llegamos a una salón con chimenea, está a oscuras. Casi nos pillan, dice. Se nos ha hecho tarde y si te encuentran aquí acabarán con nosotros. El fraile se arrodilla frente ala chimenea y me indica con un gesto que lo imite en todo. Me pliego como él. Cuando abra la trampilla, salta dentro y huye, me dice. Pienso si apareceré en la sala donde encerró a Homer y habrá conseguido escapar. Escapa conmigo, le digo al fraile, pero ya se ha convertido en tortuga. De repente la luz me ciega. Estoy en una calle en obras y voy en moto. Los coches me pitan. Arranco, pero no sé hacia dónde ir, no sé en qué ciudad estoy. En un semáforo en rojo oigo decir a alguien que todas las calles están cortadas, que sólo se puede salir e la ciudad por la circunvalación, pero que todos se pierden. Miro el sol, pienso que tengo que llegar como sea a casa antes de que se haga de noche.