domingo 31 octubre 2021. No sé bien dónde estoy. Alguien me hace preguntas y yo voy respondiendo como bien puedo porque estoy distraída mirando por la ventana. Por la ventana veo Alberto correr en zig-zag en un cruce de carreteras como lo haría un conejo al que van a dispararle.
medias esferas
sábado, 30 octubre 2021. Camino por una calle sin asfaltar. Busco tierra prensada por la lluvia para no ensuciarme los zapatos. Me cruzo con gente vestida con sayos de lana en colores muy tristes. Miro a mi alrededor para comprobar si todo sucede en blanco y negro. No sucede en blanco y negro, solo es triste. Me doy la vuelta, mis amigos me esperan a las puertas de un restaurante. Les pregunto si han visto la zona antigua si no les parece demasiado medieval. Me miran extrañados. El camarero que nos recibe habla nuestro idioma. ¿Mesa para uno?, me pregunta. Somos siete, le digo. Qué bonito viajar con amigos dice sinceramente, con cierta nostalgia. Me pregunta si en mi país hace sol. En Málaga siempre es verano. Él suspira y me recuerda a Mario Virgilio Montañez. De repente alguien, con una cámara de fotos, dice que la lectura ya ha empezado. Se supone que debo leer. Le enseño a Salvatore un papel con cuadraditos de colores que parecen dibujados con acuarela. ¿Qué te parece? Niña, ¿esto qué es? Se titula "Homenaje a Klee". Salvatore me mira extrañado. Me empujan para que entre en la sala, no sé qué voy a leer. Las puertas de la sala son un laberinto de medias esferas blancas verticales que se van solapando según avanzo. No encuentro la salida, ya los oigo presentarme. No sé cómo llegar, no sé cómo salir de allí.
mar tirreno
jueves, 28 octubre 2021. Llegamos a unas gradas que dan al mar. Se supone que detrás de uno de los bloques hay una procesión que interesa a Alberto. Un chico camina sobre el mar. No entiendo cómo lo hace. Será que no es agua, que es un líquido newtoniano, pienso. Alberto sigue sus pasos pero se hunde. Debes caminar con fuerza y el líquido se volverás duro, le grito. Sale empapado del agua. Llega una familia, nos pregunta qué hacemos en su casa. Miro a mi alrededor: no hay gradas ni playa, hay muebles de casa de vacaciones. Les explico que Alberto quería ver una procesión. Se miran entre ellas, encienden un proyector y ponen una película de la dichosa procesión, pero Alberto prefiere marcharse. La dueña de la casa me da un bocadillo para el camino, dice. Les doy las gracias y sigo a Alberto. Aquí tienes tu casa, recuerda el nombre para poder volver (dice un nombre que no recuerdo, de una planta que empieza por A). Cuando salgo, vuelvo la vista y veo que en la fachada pone "Restaurante".
broches y celos
viernes, 22 octubre 2021. Voy con Salvatore por un sendero rodeado de árboles. Lleva una camiseta llena de broches. Me extraña porque él no es de adornos. Me recuerda a esos frigoríficos que la gente llena de imanes. Me pregunto si cada vez que lava la camiseta los quita y después vuelve a ponerlos, pero no le digo nada. Llegamos a una cascada. Abajo hay gente bañándose. Él sigue hablando y temo que se caiga. Ten cuidado, porque si tú te cae, yo me tiro detrás, le digo.
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Un chico muy joven me pregunta algo. Hablamos y nos reímos. Aparece su novia, se coloca ente nosotros dándome la espalda, me va empujando hasta que consigue sacarme a la calle. Aléjate de mi novio, dice. Le digo que debe aprender a medir. ¿no ves que podría ser su madre?; qué digo, ¡podría ser su abuela!
abono
jueves, 21 octubre 2021. Intento ordenar la que fue mi habitación en la casa de mis padres, pero el suelo está cubierto de abono. Huele fatal. Lo voy sacando en pequeños capachos que llevo a la cocina. En la cocina, mi padre se prepara el desayuno: filetes a la plancha con pimientos fritos. Me enseña satisfecho una bandeja con más de cien.
demasiados gatos
miércoles, 20 octubre 2021. Saco revistas de debajo de una mesa camilla que hay en el salón de mis padres. Intento ordenarlo todo, pero el sofá no tiene cojines y cada vez que muevo un mueble sale un gato. Tengo prisa porque unas vecinas de mi madre viene a merendar.
isla de arropía
martes, 19 octubre 2021. Tengo que dar una clase y todos mis alumnos están en fila a la orilla del mar. Quieren regalarme cosas. Una chica me ofrece una percha de un diseñador francés (por lo visto ha leído que yo quería una). Otro me trae una biografía del Rey Juan Carlos dedicado por el propio rey (aunque la letra parece de un niño de cinco años). Le digo que sintiéndolo mucho no puedo aceptar el libro porque sé que no lo voy a leer. El paisaje a nuestro alrededor es precioso: montes nevados, islas, y una isla de colores que parece de cartón piedra o arropía.
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Una señora al ir a cruzar la calle se cae de boca. La levanto, le pregunto si está bien y, antes de despedirnos, le doy un beso en la cabeza. Dos señoras que cruzan en sentido contrario me dicen: No la ayudes que es muy mala.
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Estoy en la cola de un supermercado con María Eloy-García. Cuando llega la hora de pagar, a la señora que hay delante de nosotras se le cae una caja de congelados al suelo. Se la doy. Dice de muy malos modos que no es suya, que la dejé en su sitio. Corro a dejarla en el congelador. Cuando vuelvo María ya no está. Pregunto si la han visto salir. Nadie sabe nada, me miran mal.
legionarios del universo
jueves, 14 octubre 2021. Entro en la habitación de mi hermana. Está tumbada sobre arena que hay sobre las sábanas. La levanto con una mano como si fuera un bolso y trato de quitar la arena. Se pone en pie y dice que tiene que tirar ciertas cosas porque su novio es muy celoso. Le digo que antes de casarse debería conocerlo más. Borra con un trapo mojado nombres que hay escritos en la pared.
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Parece un desfile de legionarios, pero llevan capas plateadas y unos cascos con antenas y cristales tallados de colores. Todos son muy bajitos. Le pregunto a una chica (viste igual que ellos) quiénes son. Son los elegidos, son los nuevos Legionarios del Universo y nos vamos a una misión espacial. Pienso que quizá los han elegido tan bajitos para que quepan todos en un cohete. Veo que Daniel está a mi lado. Me alegro mucho de verlo. Le pregunto cómo está. Bien, dice. Cómo estás de verdad, insisto. No sé de qué hablamos. Vemos pasar a tres legionarios disfrazados de triángulo (vemos sus tres pares de pies corriendo al unísono). Daniel y yo nos miramos y nos reímos. Apoyo la cabeza en su hombro. Me besa la frente.
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Oigo ruido en el descansillo. Miro por la mirilla. La vecina llega de la compra. Veo cómo el gato escapa de su casa. Abro para avisarla pero ya no están, ni ella ni el gato. El rellano está lleno de pelusas. Las barro con un cepillo sin palo.
uñas
miércoles, 13 octubre 2021. Me meto un dedo en el oído. Saco uñas (que no son mías) pintadas de blanco.
martes, 12 octubre 2021. Hay una fiesta desangelada en un parque que recuerda a los antiguos iconas. Las mesas y los bancos corridos son de tablas de madera muy toscas. El grupo con el que estoy (no son conocidos) ha colgado un globo enorme lleno de sangría (pero cuando la sirven sale gelatina). Aparece David González. Dice que necesita ayuda para hacer una mudanza. Entramos en su casa. Está muy deteriorada. Los muebles parecen quemados o roídos. Sacamos todo en bolsas. Cuando todo está fuera, nos damos cuenta de que David ha desaparecido. La fiesta continúa.
funeral y harina de garbanzos
lunes, 11 octubre 2021. Se supone que una chica ha muerto. El ataúd está en el centro de lo que parece un campo gigante de fútbol y en las gradas están sentados todos los alumnos de su colegio. Oeste y yo entramos los últimos. Él se sienta en el último asiento que queda libre en la última fila de las gradas. Veo a mi madre en el campo, junto a otras dos personas, empujando un trasto enorme que parece muy pesado. Lo hacen sin esfuerzo aparente. Pienso que la mueve el pundonor, pero por la noche le dolerá todo el cuerpo. Por los altavoces anuncian que ha llegado una profesora (no recuerdo el nombre) y todos aplauden. Más que un funeral parece una fiesta de fin de curso, pienso. La profesora lleva sobre la ropa una especie de traje-burbuja transparente con flores de plástico pegadas. Cuenta desde el campo anécdotas de la chica. No sé qué hago allí, pero no veo a Oeste para despedirme ni a mi madre.
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Busco recetas de tortilla de patatas veganas (en vez de llevar huevo, llevan harina de garbanzos). Como si la calle fuera una página web, pulso en distintas personas que me responden mecánicamente. Cada una me da una receta diferente. Veo a mi prima Elisa y su exnovio Paco. Se les ve muy felices. Paco está exactamente igual. Miro a Elisa sorprendida del buen rollo que parecen tener y sin que yo le pregunte nada, dice: Es que yo lo quiero mucho. Ríen como tontos. Todo me parece muy extraño.
mancha
domingo 10 octubre 2021. Buscamos un bar donde hemos quedado con unos amigos (aunque no conozco a nadie). Llevo una lata cuadrada llena de ostras que me ha enviado Carmen. Les digo que les va a gustar la sorpresa. Llegamos al bar. Está en una cuesta. Dentro hay una escalera de caracol por la que es imposible subir. Les dejo la lata sobre la mesa y les digo que se coman las ostras, que a mí me dan mucho asco. Me alejo del grupo para ir a buscar a alguien que se ha perdido. Un chico se acerca e intenta robarle el bolso a una de las chicas. Es un bolso enorme azul. La chica se lo da. El bolso está vacío y el chico protesta. le digo que se siente con nosotros a comer. De repente ya no estamos en el bar, estamos sentados en el suelo sobre una manta. El chico actúa como un loco, me da mucha pena. Dice que se va, todos se despiden. El chico me abraza. Noto los huesos de su espalda.
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Huyo de alguien. Corro por lo que parecen los pasillos de una casa abandonada. Llego a una habitación con dos puertas y me escondo detrás de una de ellas. Sé que no tengo escapatoria.
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Me pican las piernas. Sobre las espinillas tengo una mancha marrón. Me voy subiendo el vestido y veo que la costra me llega hasta el pecho. Se la enseño a Alberto que se tapa la cara con las dos manos y grita.
reatalaes y ojos de mosca
sábado, 9 octubre 2021. Alguien llega caminando a la terraza de la casa de mis padres, como si la terraza estuviera a ras de suelo (en el sueño consta que es inglés). Entrega un sobre grande de cartón a mi madre. Verás, dice mi padre con desconfianza. Mi madre abre el sobre. Dentro hay una pajarita, unos botones, cosas de costura que parecen muy antiguas. No hay instrucciones, pero todos sabemos que debemos construir una muñeca Holly Hobbie. Le digo al chico que trajo el sobre (y que se ha sentado en una silla de playa junto a mi madre) que de niña me hice una muñeca así, con trocitos de tela de mis vestidos. Te la voy a enseñar, le digo, pero me siento en sus rodillas. Sostengo la pajarita delante del cuello de su camisa. Te sienta bien, le digo. Creo que voy a meter unas cuantas cosas en un sobre para que dentro de cien años se las lleves a alguien, le digo. Aparece una chica, se sienta delante de nosotros en una silla baja. Se saca los pechos (son enormes). Dice que su padre le ha dicho que tiene que dar de mamar a su hija, pero no vemos ninguna hija. Resulta incómodo, y mi padre y yo nos vamos. Se ha hecho de noche, pasamos por portales iluminados. Mi padre va haciendo un comentario de cada uno. De uno me dice que quien lo compre puede vivir solo en todo el edificio o compartirlo. Pienso que no me gustaría vivir sola en un edificio. La calle se va poniendo fantasmagórica. Veo un portal convertido en mercería con un montón de cintas, dedales, botones. Pruebo a abrir una de las puertas de cristal. Se abre. Antes de que pueda coger algo, mi padre se acerca, me retira y recoloca algo que he movido. Cierra y hace un gesto para que me aleje.
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Ángeles, Nené y yo caminamos por calles de pueblo encaladas y adoquinadas. En mitad de una de ellas hay una caja abierta. Dentro hay pedacitos de telas. Los voy sacando. Mirad, este trocito es del mantel del comedor del colegio, y este de un uniforme (así con cada cuadradito de tela). Les digo si quieren alguno de recuerdo. Hacen un gesto negativo con las manos. No sé qué hacer, si llevarme algunos o seguir nuestro camino.
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Llego a una especie de hospicio. Es la hora de comer. Subo con prisa. Ya están sirviendo la comida. Cada mesa está rodeada de rejas y es difícil sentarse. Carmen sirve la comida. Lleva una bata blanca. Supongo que trabaja allí. La saludo, pero parece no reconocerme. Me pone delante un plato con muy mal aspecto: dos lonchas de carne que parecen plantillas recién sacadas de un zapato y una especie de puré. Las lonchas llevan incrustados dos cubos blancos con una marca negra. No os quejaréis, dice Carmen, hoy llevan condimento. El chico que está a mi lado dice que los dos cubos son ojos de mosca. Los saco de la loncha con el tenedor. Parecen dos muelas con caries, pero son blandas. Las aplasto. Carmen me mira mal por haberlas aplastado. Llega Jonás, se sienta a mi lado. Mira el plato con asco, pero cuando aparecen varios gatos para quitarle la comida me dice que los espante.
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Mis tías caminan hacia casa. En la acera hay una especie de armazón plegado muy pesado. Mi tía Mari, que va delante, le dice a mi tía Encarna que los coja. Sin que se dé cuenta, me cambio por mi tía Encarna. Mi tía Mari no se vuelve. Encarnitacarneishon, qué fuerza tienes hoy, le dice. Nos reímos sin hacer ruido para que no nos descubra. Subimos a un piso sin ascensor (se supone que es su casa) y justo antes de abrir la puerta se vuelve y me ve. Se alegra mucho, da palmas como una niña.
nueces
miércoles, 7 octubre 2021. Llego a casa de Manuel en el momento en el que van a cenar. Una chica y un chico ayudan a poner la mesa. Todo está muy desordenado. Se supone que ya hemos hablado y sabe que quiero que seamos compañeros de piso. Mientras va llevando cosas a la mesa me explica que es imposible, que soy demasiado ordenada. Y ya ves, dice señalando pilas de libros por el suelo. A ver qué piensas de esto, dice y me enseña una habitación en la que las piezas del cuarto de baño están en el techo. La imagen, a pesar de no tener nada malo (sólo que la habitación está al revés), me resulta tremendamente siniestra, como si por el agujero de la ducha fuera a entrar algo horrible. Dice que el casero se ha lavado las manos. Pienso en hacerle un chiste sobre lavarse las manos colgado del techo, pero no digo nada porque estoy muy triste. En la cocina hay un saco enorme lleno de una especie de cocos o piñas que contienen nueces. Un operario acaba de dejarlo allí con una pequeña grúa. Manuel dice que así, las nueces, salen mucho más baratas. Yo no tengo espacio en mi cocina, le digo. El operario interviene para decir que vive en un piso muy pequeño y tiene un saco igual. A usted le conviene vender nueces, pienso pero no se lo digo. Por la ventana se ven árboles. Me entra una melancolía enorme al pensar lo feliz que sería en esa casa si la ordenaran y si no tuviera el baño en el techo, pero no digo nada. Manuel me pregunta por Iker. le cuento que no quiere saber nada de publicar, que tengo una libreta suya con poemas, pero es sólo para mí. Manuel dice que él sí necesita saber que lo que escribe lo va leer alguien. La eterna canción, pienso. Mientras seguimos poniendo la mesa estoy a punto de decirle que me abrace, que me siento muy sola. Pero no le digo nada y cambio de tema. Le cuento, para que se ría, cuando fui delegada en COU y fuimos a Sevilla para impedir que inglés no entrara en la selectividad.
cumpleaños
lunes, 4, octubre 2021. Hay muchísima gente en la Plaza de la merced y alrededores. Espero a que cambie el semáforo que hay en la puerta del cine Astoria. En la acera de enfrente veo a Inma Luna. De repente la felicitan por unos altavoces. ¡Feliz cumpleaños!, grita toda esa gente que ocupa la plaza y las calles. Ella sonríe y saluda emocionada. Cuando cruzamos (en sentido contrario) escondo la cabeza de vergüenza porque me he olvidado de su cumpleaños. Lloro y me escondo entre la gente. Un chico que hay detrás de mí me pregunta qué me pasa. Le digo que estoy perdiendo la memoria. Dice que no me preocupe, que él está igual, pero sé que es mentira y solo lo dice para consolarme.
empastes
sábado, 2 octubre 2021. Salgo de una especie de parque acuático y llego a una zona de casas adosadas con jardines muy bien cuidados. Voy sola, pero noto que alguien (a quien no veo) me dice que el resto del camino lo haré acompañada. Aparece un chico muy delgado que me recuerda a Juan Carlos (mi primer novio), pero no le digo nada. Nos damos la mano para presentamos formalmente, aunque no decimos nuestros nombres. Parece que tuviera la misión de hacerme agradable el camino. El camino es de tierra con pedruscos y zanjas (una especie de mina abandonada que bajamos en espiral). Por hablar de algo, hacemos una lista de las cosas que nos gustan y las que no soportamos. Me sorprende que coincidamos en tantas cosas. No soporto que alguien lleve empastes, dice de repente. No es que no lo soporte, pero hago así, dice y cierra los puños con los brazos caídos y emite un ruido de fastidio. Yo hago el mismo gesto para que vea que es el mismo que yo hago. Nos reímos. Está claro que no te conocía nada, le digo. Eso estaba pensando, dice con pena (pero sonriendo) dándome a entender que lo dejé sin motivo. En ese momento siento un frío enorme, pero no le digo nada. Cuando echamos de nuevo a andar me agarra del hombro, tira de mí pegándome mucho a él. Para que no tengas frío, dice. En ese momento me fijo en que no es Juan Carlos, es Oeste, y lleva una rebeca blanca con solapas muy finas. Alguien con una rebeca blanca no puede hacerme daño, pienso mientras bajamos.
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