sábado, 30 octubre 2021. Camino por una calle sin asfaltar. Busco tierra prensada por la lluvia para no ensuciarme los zapatos. Me cruzo con gente vestida con sayos de lana en colores muy tristes. Miro a mi alrededor para comprobar si todo sucede en blanco y negro. No sucede en blanco y negro, solo es triste. Me doy la vuelta, mis amigos me esperan a las puertas de un restaurante. Les pregunto si han visto la zona antigua si no les parece demasiado medieval. Me miran extrañados. El camarero que nos recibe habla nuestro idioma. ¿Mesa para uno?, me pregunta. Somos siete, le digo. Qué bonito viajar con amigos dice sinceramente, con cierta nostalgia. Me pregunta si en mi país hace sol. En Málaga siempre es verano. Él suspira y me recuerda a Mario Virgilio Montañez. De repente alguien, con una cámara de fotos, dice que la lectura ya ha empezado. Se supone que debo leer. Le enseño a Salvatore un papel con cuadraditos de colores que parecen dibujados con acuarela. ¿Qué te parece? Niña, ¿esto qué es? Se titula "Homenaje a Klee". Salvatore me mira extrañado. Me empujan para que entre en la sala, no sé qué voy a leer. Las puertas de la sala son un laberinto de medias esferas blancas verticales que se van solapando según avanzo. No encuentro la salida, ya los oigo presentarme. No sé cómo llegar, no sé cómo salir de allí.