martes, 7 diciembre 2021. Estamos en una sala que se parece al antiguo ateneo. Alberto está sentado detrás de mí. Hay muchas chicas con libros, quizá esperando a que el ponente se los firme. El ponente es un tipo sin personalidad, muy redicho, que comienza a criticar a los que meten en sus libros descripciones del atardecer. En ese momento varias chicas se levantan y se van muy ofendidas. Cambia de tema, habla de que tiene un ombligo tipo orzuelo. Lo describe. Dice que es como un mochuelo sonriente. Levanto la mano, le explico que un orzuelo es algo que sale en los ojos, que supura. El tipo se queda en blanco. Otro grupo de chicas sale de la sala, tiran con desprecio los libros del ponente al suelo. Alberto y yo bromeamos, le digo: ¿Y si levanto la mano y le digo que quiero ver al mochuelo? Alberto se ríe. Un chico muy joven le pide que le firme un ejemplar para su padre. Cuando lee la dedicatoria le grita, le dice que ha puesto madre, en vez de padre, levanta el puño para pegarle. Los separo, le digo al chico que lo deje, que se vaya a casa. El tipo casi llora, coge sus cosas y sale corriendo escaleras abajo. Lo sigo. Por el camino va dejando caer libros y un frisbee rojo con su foto. Dejo los libros, cojo el frisbee de recuerdo.
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Me cruzo con Salud por la calle. Está muy delgada. Pareces un figurín, le dio. Nos vemos luego, dice. Después, en su casa, frío unas patatas en un cuenco pequeño sobre la mesa. Llega Paul y coge una directamente del aceite hirviendo. Te vas a quemar, le advierto. Hace gestos de que están ardiendo, pero se las come. Siguen sabiendo a motor de coche, dice.