lunes, 13 diciembre 2021. Delante de la casa de mis padre hay un descampado donde luchan dos hombres. Más que luchar parece que jueguen. Uno gana. Ya tenemos a los tres representantes, dicen por megafonía. La gente aplaude. Alguien me empuja para que me acerque y me siente entre los otros dos ganadores. Estos son los tres nuevos gobernadores. Veo sentado a Daniel a mi izquierda y al hombre que ha ganado la pelea-juego a mi derecha. No sé de qué soy gobernadora, si de la calle, la ciudad, el país. Ellos nos representarán, dicen. Al decirlo, todo el mundo se va sus casas con cara de satisfacción. Me acerco a Daniel, lo saludo. No sé si me ha reconocido (en el sueño se supone que han pasado muchos años sin que nos hayamos visto). Tengo un libro para ti, dice de repente. Estoy haciendo limpieza en mi biblioteca, igual te interesa. Libros siempre, respondo. Me alegra mucho verlo, quiero abrazarlo pero no me atrevo. De repente se convierte en Odila. Me cuenta, como si nos hubiéramos visto ayer, que la noche anterior estuvo de fiesta, que en el bar les dieron unas barritas luminosas que movían en el aire cuando sonaban los estribillos de las canciones, que ligó con un chico muy guapo, que hacía tiempo que no lo pasaba tan bien. La observo mientras habla, parece tan joven como hace veinticinco años. Quiero abrazarla pero no me atrevo.