viernes, 11 febrero 2022. Acompaño a alguien a comprar regalos de navidad. las calles y las tiendas están abarrotadas. Pasamos por delante de la óptica de la plaza del Carbón (pero es una perfumería). Venden unas cajas de madera muy bonitas con un jabón dentro. Pienso que ya volveré el lunes porque no tengo regalos para nadie. Entramos en un bazar tipo bochinche, con los artículos tirados por el suelo. Me fijo en una cesta blanca, pero alguien me dice que me pega más negra. Pienso si unos zapatos rojos con cintas le gustarían a Elisa.
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Estoy en un bar con mesas camilla. Tengo delante unos sellos y pólizas antiguas. Las manipulo con cuidado, como si fuera una experta. me fijo en que en una de ellas aparezco yo de niña. La despliego, y veo que cuenta una supuesta historia de mi vida que en nada se parece a la auténtica. También hay chistes del chicle Bazooka. Llega Andrés. Se sienta frente a mí. Dice que su barrio cumple cien años y están de fiestas. Le cuento lo que he encontrado. ¡Chistes del chicle Bazooka!, dice entusiasmado. Y no solo eso, también un chicle pero sabe un poco raro, le digo. Tengo el chicle en la boca. Deja que lo pruebe, me pide. Estiro el chicle hasta romperlo por la mitad y se lo doy. Me fijo que hay gente a nuestro alrededor, en otras mesas. Los miro de reojo. Me gusta pensar en que los estamos escandalizando compartiendo un chicle masticado.