lunes, 21 febrero 2022. La puerta de casa está abierta y da directamente al descansillo. Entra un vecino que, consta, nunca nos ha saludado. Entra haciendo bromas. Alberto está en la cama. Le digo que no se preocupe, que no está enfermo, solo que se levanta tarde. También entra y sale una chica que dice que desde el confinamiento ya no lee libros sesudos, sólo novelitas tontas para distraerse. le digo que a todos mis amigos les ha pasado lo mismo y, para demostrarle que no miento, le señalo una silla vacía. En esa silla estuvo sentado el gran Federico del Barrio y dijo lo mismo. la chica se siente aliviada. Llego un chico gordo con unos folios. Nos pregunta qué películas querríamos ver. Las apunta concienzudamente, sacando al lengua mientras escribe. Dice que es para ponerlas en el canal del bloque. ¿Tienes ya nombre para el canal? No tiene. Podrías ponerle "pirata.com". Dice que se notaría mucho. Pues ponle "señorpirata.com". Salgo, ahí dejo hablando a la chica el hombre hosco y a Alberto (antes retiro una pecha con varios calcetines que se secaban colgados de un aplique. Las calles están vacías (me recuerdan a las fotos de Juan Marqués que vi anoche). Ojalá siempre estuvieran así de vacías, pienso. No sé bien dónde voy pero no quiero volver a casa. De repente estoy caminando por la cornisa de un hotel. Desde abajo, Buenafuente me va indicando por dónde tengo que ir (aunque no hay mucho donde elegir). Buenafuente va en albornoz y lleva un ramo de flores en la mano. Quiere que entre en la habitación de una chica que le gusta y le dé una sorpresa de su parte. La cornisa es estrella y solo tiene como baranda los restos de lo que parecen unos maceteros. Toco uno para ver si son fuertes y me quedo con él en la mano. Son de plástico y están podridos. Le hago una seña a Buenafuente para indicarle que entraré por una ventana. La habitación está a oscuras, oigo a alguien duchándose. Aprovecho y me escondo, lo que se supone es, la llave maestra. Cuando estoy fuera cerrando la puerta, la chica sale liada en una toalla. Disimulo. le digo que soy de Servicio de Habitaciones, si desea algo. Me gusta despertarme con agua, dice. No sé si le gusta que le echen un cubo a la cara o que le lleven un botellín. Por supuesto, le digo. Estoy cansada, no sé dónde ir. Entro en un ascensor. Una chica que está dentro dice que pulse rápido, que llegan los guiris. El ascensor tiene más de cien botones, le doy al más alto. Suelo venir aquí a descansar, dice la chica, es el único lugar seguro del hotel. Mientras subimos va anocheciendo. Las luces de la ciudad parecen constelaciones.