domingo, 26 marzo 2023. Masip y yo caminamos muy juntos por la calle. Se supone que vamos a la presentación de nuestro libro. Le digo que podemos leer los poemas alternándonos, uno él y otro yo, pero que si no le apetece no pasa nada. Sí a todo, dice. Me acerco y le doy un beso muy sonoro en la cara. Su cara me parece muy mullida.
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Estoy con Elisa en unos grandes almacenes. Estamos quieta en un pasillo sin mirar nada. Una dependienta se nos acerca y nos da una botella de Coca-Cola de las antiguas. Pesa mucho. La mía está por la mitad y tiene poso. Se la enseño a Elisa con disimulo y me dice con un gesto de cejas que no me la beba. Se la enseño a la chica. La chica me la quita de las manos como si fuera una granada a punto de explotar y sale corriendo. Todo sucede en silencio, como en una película muda.
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Es una habitación pequeña de una casa normal con mucha gente que entra y sale. Un tipo me regala un libro, dice que me lo puedo comer porque es de chocolate. Al abrirlo, solo la página de respeto es de chocolate verde. Ya me extrañaba, pienso. Aparece una chica, le ofrezco probarlo. Lo probamos, no sabe a nada. El chico me pregunta algo (no recuerdo qué) y le respondo que cuando tenía veinte, y hasta cuarenta años, prefería querer a que me quisieran, pero que ahora cerca de los sesenta, prefiero que me quieran.