martes, 25 abril 2023. La casa de mis padres está completamente desordenada. Es de madrugada y todos siguen levantados de un lado para otro. Mi padre y un par de hombres más (no sé quiénes son) dicen que prefieren dormir en el cuarto de mi hermana. Le digo a mi hermana que duerma con mi madre. Ninguna de las dos quiere acostarse. Tengo que arrastrarlas como si fueran saco hasta el dormitorio. Intento llamar a alguien por teléfono, pero es un teléfono tipo góndola negro y no funciona.
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Estoy en una habitación muy desordenada de una casa muy destartalada. Mi tía M dice que ya que vamos a Cádiz visite a la familia (comienza a decir sin parar las direcciones). Le grito que deje de hablar, que no voy a ir, que no soy familiar. Al salir de la habitación llegamos a una entreplanta sin paredes (como la que había en casa de Nuria Arán, donde estaba el balancín enorme de madera que hizo su padre). En la entreplanta hay un rectángulo marrón en el suelo con varios rodillos (se supone que es un cubo de fregar antiguo). En vez de fregona hay una palo con un trapo adosado. Le enseño a Alberto cómo se usa. Mi tía llega y dice que os vayamos ya, que ella se encargará de fregar y hacer las camas (mi tía no es mi tía, es igual a la guardesa rubia de la película Nivel 16). Entramos en el coche con una pareja y otra chica. Pregunto (por compromiso) si alguien quiere sentarse delante, y una de las chicas corre a sentarse. Pasamos por delante de la catedral. Hay gente esperando que pase una maratón con camisetas que ponen "Corramos en familia". Los niños llevan globos que son las cabezas de Heidi y Pedro. ¡Quiero un globo!, grito por la ventanilla.
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Estoy en una terraza baja, casi al borde de la acera. Una chica con los labios pintados de rojo, al pasar, me lanza un beso. Yo le lanzo otro. De repente estamos en esa misma terraza con Andrés y Elisa. La chica me reprocha que no le devolví el beso. Le digo que se lo devolví, pero ella no lo vio porque siguió caminando. No me cree. Le reprocho que muchas veces he intentado besarla y ella me ha quitado la cara. Se pone roja, dice que no hablemos de esas cosas delante de nadie. ¡Nos conocen de toda la vida, no tengo secretos para ellos!, le grito.
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Michel me enseña unas fotos muy pequeñas (tamaño sello). Dice que son de un chico que ha conocido por internet. Las fotos tienen dos caras y se mueven como si fueran fragmentos de película. Aparece el chico en su granja, con su familia (cinco hermanos o primos). Hay fotos de animales haciendo locuras, como una pirámide humana pero con cabras, ovejas y hasta una vaca. La más divertida es una en la que el chico le pone a una oveja una marioneta de oveja en la cabeza, con lo cual bala dos veces (la oveja y la marioneta). Eso me hace muchísima gracia, hasta el punto de llorar de risa. Le digo a Michel que me haga una copia de ese "sello" para mirarlo los días tristes.