jueves, 13 abril 2023. Estoy en un patio donde un tipo da una charla enlazando experiencias personales con escritores. Alguien dice, por ejemplo, mi abuelo, y él continúa su discurso con juegos de palabras. En mitad del patio hay una falsa cama enorme. Este año todo al rosa, dice y se retira misteriosamente. Todo el mundo aplaude enloquecido. Reconozco a un tipo (se supone que lo conozco) y al ir a pegarme a él para volver a casa (no sé dónde estoy), una chica muy alta se agarra a su cintura. No sabía que tuviera pareja ni que fuera tan alta, pienso. Una chica se me acerca. Me pregunta qué opino del rosa y la gama de morados. Se escandaliza exageradamente cuando le digo que no me gusta, que prefiero los verdes. Como no sé dónde estoy ni quiero quedarme sola, le digo que seguramente me compre un pañuelo rosa. Llegamos a la puerta de un hotel. La chica saca la tarjeta de su habitación y se la enseña al portero (que lleva abrigo con capa y chistera). Nos deja pasar. Antes tomaremos algo en el bar, me dice. No sé de qué hablar con ella, no sé qué pedir, no sé si me dejará dormir en su habitación, no sé nada.