martes, 28 enero 2025. Llego tarde a una lectura. Como cada uno está a lo suyo, dejo un libro dedicado en una estantería y me siento a esperar. Una señora me ofrece caramelos, unas bolitas rojas que parecen de cristal. Le doy las gracias y le digo que no como caramelos. Se me echa encima, intenta metérmelos en la boca a la fuerza. Me grita que tengo muy poca vergüenza y no quiere verme más por allí. Otras dos señoras de la organización me consuelan. Cuando voy a irme fijo en que falta un zapato y el bolso. Sospecho que la señora de los caramelos me los ha escondido. Me apoyo en el quicio de la puerta a llorar. Veo a Oeste (lleva el pelo largo), sale con dos o tres personas. Me apena que se vaya sin habernos saludado. De repente se vuelve y me ve. Se acerca, me abraza, me pregunta si estoy bien. Me echo a llorar desconsoladamente. Le digo que he perdido un zapato y el bolso Me ayuda a buscarlos (estaban escondidos detrás de la estantería). Salimos. La señoras se disculpan por el comportamiento de su compañera, me dicen que vuelva cuando quiera. En la calle hay un atasco enorme. Francis me saluda desde lejos, me hace señas (a mi lado está Farfán, pero me da vergüenza saludarlo después de tantos años). Salvatore va en uno de los coches. Le pregunto si ha visto a Alberto. Dice que está en una conferencia sobre Schopenhauer.