martes, 8 enero 2013. Entro en un bar. Junto a una mesa se arremolina gente. Meto la cabeza entre ellos par ver qué pasa. Manuel y dos chicas le quitan bolillas de lana al jersey que suelo usar para estar en casa, conocido familiarmente como "el jersey de los niños perdidos". Tened cuidado, ¡lo tejí yo misma hace 25 años!, les digo. No me hacen caso, no me oyen, y el jersey tiene ya varios agujeros que no sé cómo arreglaré después.