viernes, 27 diciembre 2014. Mi madre se ha mudado y me enseña la casa nueva. Todo está manga por hombro y la distribución de las habitaciones es de locos. Para subir al dormitorio de mi hermana hay que trepar por una escala de cuerda. Está decorada con motivos árabes en tonos rosa. Horrible, no hay sitio para nada. Lo mejor es la cocina, dice mi madre. Por las mañanas el suelo parce el cielo y por las noches una piscina, dice. Tiene forma de triángulo y suelo cubierto de baldosas de cristal translúcido que da miedo pisar. Parece una pista de hielo. Lo mejor es la basura, dice. Una pared con más de cincuenta buzones verticales empotrados en la pared.
escalada en descenso
sábado, 21 diciembre 2013. Llego a un bar. Le pido a una chica que me guíe hacia el patio. Aparecemos en lo alto de un muro estrecho de más de 50 metros de altura. Ahora hay que bajar, dice la chica, y comienza a descender agarrándose a la parte estrecha del muro con las puntas de los dedos. Le digo que jamás he escalado hacia abajo. La chica se suelta y la agarro al vuelo. Grito pidiendo ayuda. Desde abajo nos miran sin hacer nada. De repente yo también estoy mirando la escena desde abajo con mi madre. Mira, soy yo, le digo.
mido dos metros
jueves, 19 diciembre 2013. No sé qué hago en una iglesia. Se parece mucho a la del colegio. En uno de los laterales veo a Federico. Hace mucho que no nos vemos. Me acerco. Mira, ahora soy casi tan alta como tú, le digo. Y para demostrárselo le doy un beso en el cuello sin tener que ponerme de puntillas.
sus manos
viernes, 13 diciembre 2013. Al llegar a mi antigua casa, veo una mancha que cae por la pared desde el último piso hasta la acera y forma un charco. No parece agua, pero tampoco es aceite. Al entrar al portal encuentro a una vecina vacunando a todo el que quiere subir en ascensor. Si no te vacunas, no subes, me dice. Decido marcharme. Abro el buzón y recojo algunas de mis cosas además del correo. Al salir veo que el C2 está a punto de salir, corro y entro al vuelo. Hay sillas sin ordenar, incluso al fondo del bus hay una mesa de formica. Dejo mis cosas sobre la mesa y me siento. Se acerca Max von Sidow sonriente. Nos saludamos como si fuéramos amigos que no se ven desde hace mucho. Se sienta frente a mí, no me suelta las manos mientras me habla. Me pregunta si me gustó lo que escribió. Le digo que era precioso. El mérito es de los traductores, dice. Sus manos están calientes y son enormes. Su cara está bronceada y parece recién afeitada, tengo ganas de tocársela. No dejamos de mirarnos ni de tocarnos las manos. Me siento completamente feliz.
champiñones
miércoles, 11 diciembre 2013. Llego a un bar después de bajar una cuesta entre dos paredes encaladas. Me siento en una mesa donde Joan está mirando la carta. Le pregunto qué va a pedir. Algo con champiñones, dice. Veo que a mi lado está Elías con una chica. La chica tiene la ropa, la piel, el pelo, incluso los ojos, como si hubiese estado metida en lejía. El pelo y los ojos tiran a rosa despintado. No quiere que Elías se acerque demasiado a mí, tira de él. Quiere pedir duces. Muchos, dice. Sus cartas son normales, la mía es un rollo de bolsas de basura donde han escrito los platos. No sé qué pedir. No pidas champiñones, dice Joan.
una pistola
sábado, 7 diciembre 2014. Llego a la que se supone es la casa de Iker. Parece una casa de los 70, con el tejado plano, las habitaciones grandes con ventanas de rejas negras. En lo que parece un dormitorio hay dos camas de bambú sin hacer. Duermen en dos camas, qué raro, pienso. También hay un sofá con mantas revueltas, mucho desorden. Una chica me lo va mostrando todo. No digo nada. Hay una puerta cerrada. Ahí duermo yo, dice la chica. Me encierro cada noche porque él duerme con con pistola en la mano, dice.
siempre hay noviembres
viernes, 6 diciembre 2014. Intento encontrar las cajas en unos grandes almacenes. Quiero pagar un vaso que llevo en la manos y tengo prisa. Donde se supone que deberían estar, hay una parking desierto. Oigo voces y corro hacia ellas. Una pareja muy joven acaba de encontrar una bufanda en el suelo y lo celebran. Por una parte no comprendo tanta celebración (la mitad de la bufanda está mojada y sucia), pero por otra envidio que la hayan encontrado antes que yo. Los sigo por un pasillo luminoso de puertas que se van abriendo a nuestro paso. En una, un coche aparece de repente y trata de atropellarnos, pero se queda atascado. Un hombre sale y dispara a la chica varias veces sin éxito. Ahora es cuando la apuñala, dice el chico y huye. El hombre ve que me no me voy, deja a la chica y me persigue. Me escondo detrás de unas cajas enormes de electrodomésticos. Pienso que podría esquivar un cuchillo, pero no balas. Abro una caja y saco un brazo de batidora para usarla de mazo si el hombre me encuentra.
+
Hay unas mesas de madera muy rústicas. Hay gente que habla en pequeños grupos. Se supone que es la noche en la que los muertos vienen a visitarnos. A mi lado está mi tía Paqui. Le digo que me preocupa mi padre, que me dijo que sabía que moriría en noviembre. Pero noviembre ya ha pasado, responde ella. Siempre hay noviembres, le digo. ¿Ves esas sombras?, señala. Por el cielo pasan nubes que parecen cuadros expresionistas y al llegar a un punto se vuelven nubes grises. Está bien que todas se vuelvan grises, dice. No sé qué quiere decir. Alguien sirve un licor pastoso, los que no tienen vasos ponen las manos.
hueco
miércoles, 4 diciembre 2013. Estamos en lo que parece un hospital, aunque es una sola sala con muchas camas. Nos adjudican un hueco en la pared para colocar toallas y nuestra ropa. Alberto está en la cama, pero no parece enfermo. En la cama de al lado hay un chico con heridas en las piernas, su ropa en el suelo con manchas de sangre. Un accidente de moto, pienso. De repente la sala se llena de parientes que vienen a visitar a alguien. Un grupo de enfermeras se abre paso entre ellos dando palmadas, como lo harían entre gallinas. Una de ellas señala nuestro hueco con toallas y alerta a las demás: ¡Se han duchado!
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