siempre hay noviembres

viernes, 6 diciembre 2014. Intento encontrar las cajas en unos grandes almacenes. Quiero pagar un vaso que llevo en la manos y tengo prisa. Donde se supone que deberían estar, hay una parking desierto. Oigo voces y corro hacia ellas. Una pareja muy joven acaba de encontrar una bufanda en el suelo y lo celebran. Por una parte no comprendo tanta celebración (la mitad de la bufanda está mojada y sucia), pero por otra envidio que la hayan encontrado antes que yo. Los sigo por un pasillo luminoso de puertas que se van abriendo a nuestro paso. En una, un coche aparece de repente y trata de atropellarnos, pero se queda atascado. Un hombre sale y dispara a la chica varias veces sin éxito. Ahora es cuando la apuñala, dice el chico y huye. El hombre ve que me no me voy, deja a la chica y me persigue. Me escondo detrás de unas cajas enormes de electrodomésticos. Pienso que podría esquivar un cuchillo, pero no balas. Abro una caja y saco un brazo de batidora para usarla de mazo si el hombre me encuentra.
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Hay unas mesas de madera muy rústicas. Hay gente que habla en pequeños grupos. Se supone que es la noche en la que los muertos vienen a visitarnos. A mi lado está mi tía Paqui. Le digo que me preocupa mi padre, que me dijo que sabía que moriría en noviembre. Pero noviembre ya ha pasado, responde ella. Siempre hay noviembres, le digo. ¿Ves esas sombras?, señala. Por el cielo pasan nubes que parecen cuadros expresionistas y al llegar a un punto se vuelven nubes grises. Está bien que todas se vuelvan grises, dice. No sé qué quiere decir. Alguien sirve un licor pastoso, los que no tienen vasos ponen las manos.