gotelé negro

sábado, 30 abril 2016. Alguien que se parece a Juano, me quiere enseñar una habitación que acaba de decorar. Las paredes están cubiertas de un gotelé negro con formas de arañas. Cuanto más lo miro más gracia me hace.

bomberos

martes, 26 abril 2016. Unos hombres vestidos de bomberos, iguales a los de la película Fahrenheit 451 venían a por mí. Alguien me decía desde el piso de abajo que me diera prisa. Intentaba calzarme. me ponía unos calcetines, pero me daba cuenta de que me había puesto varios, unos encima de los otros, y tenía que empezar de nuevo.

sartén gigante, almohada gigante

lunes, 25 abril 2016. Tengo que leer poemas. Mientras llega mi turno me concentro en una habitación donde los muebles parecen agrandar por segundos. Sobre la vitrocerámica hay una sartén enorme llena de aceite que temo volcar. Sobre la mesa hay varios abrigos y un montón de carpetas. No puedo con todo, temo perderlo todo.
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Estoy tumbada boca abajo sobre una almohada cilíndrica gigante. Hago que ruede un poco, que se balancee. Intento cruzar la calle, pero la almohada es muy lenta y pasan camiones. Cuando finalmente lo consigo, Alberto me pregunta si lo he pasado bien. No lo he pasado mejor en mi vida, le respondo. Pero no me parece muy higiénico que ruedes la almohada por las aceras, dice.

teatro

viernes, 22 abril 2016. Parece un teatro o una casa decorada dramáticamente. Dos salones separados por unas cortinas de terciopelo color rojo oscuro. Al fondo una mesa transversal (como si fuera un cuadro de la última cena) presidida por Helena. Helena dice muy seria: La música industrial es basura y los hípsters también.

fiesta

miércoles, 20 abril 2016. Hay una fiesta en la casa de la abuela de Odila, pero la casa es un jardín enorme. Hay más de mil personas, beben, bailan, otras se sientan a charlar en grandes corros. En una zona mi madre corta el pelo. Me extraña mucho, pero me acerco a que me lo corte a mí también. Lo hace muy mal, pero no le digo nada. La madre de Daniel me dice que se ha comprado varios móviles. Todavía están en sus cajas. Es que soy abuela, se excusa. Busco a Daniel, pero no lo veo. Veo a algunos conocidos, los evito. Alberto está sentado en una carpa con una chica. Me despido. ¿Te vas tan pronto? Siempre me voy a la misma hora, le respondo como si asistiera a fiestas cada día. Al salir, me doy cuenta de que he perdido los zapatos. El suelo del jardín parece de lava fría y dura. A la puerta esperan para entrar. Traemos whisky, me dice un tipo enseñándome una botella de dos litros. Pasad, a mí me da lo mismo. Bajo la cuesta de Rodrigo de Ulloa, alguien prepara carne en una barbacoa. a pesar de la fiesta la calle está muy oscura. Al llegar a la casa de mi abuela, el jardín y las casas colindantes han desaparecido. Un tipo me pregunta si me acuerdo de él. Yo servía el catering en un hotel donde leías poemas, dice. Pienso que en realidad es Manuel haciéndose pasar por otra persona. Va con una chica bajita que me abraza. La chica roba collares y chucherías que hay a la puerta de la casa de mi abuela. Mi tía, desde la puerta, me hace una seña para que la deje. Al parecer le pone cosas para que se las lleve. aquí había un jardín, le digo a Manuel.

chaquetas

miércoles, 13 abril 2016. Alberto y yo subimos calle Cristo muy juntos. Al llegar a Fuente Olletas, me fijo en que llevo la chaqueta que uso para estar en casa y él lleva mi chaqueta azul. No sabemos qué hacer, porque tampoco arreglamos nada intercambiárnoslas.

leche glaciar

martes, 12 abril 2016. Parece un salón de actos donde acaba de terminar algo. l público comienza a levantarse. Un tipo se acerca a saludarme. Le doy la mano, le pregunto cómo está y se convierte en una mujer. Es que me he puesto muy nervioso, dice y se aleja. Hay una revista que al cogerla la portada se convierte en una película. Somos Daniel y yo en primer plano, en blanco y negro. Daniel bebe de una copa haciendo el tonto, yo me río, se nos nota que sabemos que nos está grabando. Si abro y cierro la revista, la portada cambia. Ahora se me ve sentada con dos niñas en la desembocadura de la lengua de un glaciar, con los pies en el agua. Nadamos en camisón. ¡Qué frío pasamos!, digo en alto. Aunque en realidad no recuerdo haber estado allí. Dentro de la revista hay una foto de familia. A simple vista parece una boda, pero si te fijas van disfrazados, llevan máscaras y ropa tipo "Mad Max". Distingo a Juano en un sillón, parece el patriarca. Pienso que la única explicación es que se haya casado.

desorden ajeno y cuentas de colores

lunes, 11 abril 2016. Estamos en una habitación de hotel. Me extraña que esté desordenada porque suelo ser muy cuidadosa. A los pies de la cama veo dos pares de zapatos idénticos: manoletinas rojas. Las coloco paralelas bajo la ventana. Rápido, tenemos que cambiar de habitación, ya he llevado nuestras cosas, dice Alberto. cruzamos pasillos con paredes enmoquetadas muy cutres donde la gente charla como si fueran vecinos de toda la vida. Pasamos por unos baños comunitarios con pozas de agua caliente donde mujeres muy gordas están bañando a sus niños.
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A Rosamari, una niña del colegio a la que no veo hace años, se le ha roto un collar o se le ha volcado un joyero. Hay un montón de cuentas, pendientes y baratijas en el suelo. Dice que aún quedan más arriba. Arriba significa un armario que parece hecho con cajas viejas de madera. Le ayudo a recogerlo todo. De repente me doy cuenta de que el armario está más alto de la cuenta, unos 20 metros si miro hacia el suelo. Comienza un leve vaivén. Me cuelgo de los dedos para quedar algo más cerca del suelo y me dejo caer deslizándome por una de las paredes. Al llegar abajo, mi padre le dice a mi madre que quiere que le hagan más pruebas. Una cada día, recalca. Mi madre dice que se entretenga viendo el Mundial. Los observo discutir desde lejos, mientras sigo ordenando cuentas de colores sobre la mesa.

casco amarillo

domingo, 10 abril 2016. Vamos en coche. Al final de la carretera se ve una curva muy cerrada y el cielo muy blanco. No hay paisaje. Pienso que quizá detrás no haya nada. Al dar la curva, caemos al vacío. Caemos juntos, en vertical, como si estuviéramos de pie en el vacío. Tengo un casco, le digo a Alberto. No responde. Pienso que cree que vamos a morir, que es lo más lógico, pero también pienso que no noto la velocidad que debería notarse en esa situación. Creo que si los dos metemos los pies en el casco, al llegar al suelo no nos pasará nada, le digo. El casco es amarillo, como el que usaría un albañil. Metemos los pies dentro y seguimos cayendo.

llave

jueves, 7 abril 2016. Parece un vagón de tren. Una chica habla sin parar sobre que hay que usar la vagina, que la hija de una amiga la tenía atrofiada y le tuvieron que meter dos bolas. Cuando termina su discurso para nadie le digo que estaba en mi colegio, en mi clase. Eras amiga de la pelirroja. No sé si se acuerda de mí, pero se alegra de verme. me habla de las reuniones que hacen, me habla del cura, de que tengo que ir a nosequé misa. Yo no digo nada. Me mira muy seria. ¿No serás una Mariflor?, pregunta. No sé qué es eso, pero le digo que no creo en ningún dios. Las manos empiezan a temblarle. Tendré que matarte, no me queda otra, dice. Aprovecho un descuido para recoger mis cosas y pasarme a otro vagón. Alberto duerme en una cama pequeña. Parece una habitación de hotel. No consigo cerrar la puerta, el pestillo está roto.

Estamos en una casa de campo que conoció mejores tiempos. La chica de antes lleva uniforme gris y un delantal. Parece no reconocerme. Me hago pasar por alguien de los suyos. Le digo que vengo por los microchips. Los vuelca sobre una mesa. Dos o tres personas vienen conmigo, quieren ayudarme. Un hombre muy grande coge el microchip que buscamos y se lo traga. La chica nos mira sin creer lo que ve. Tan aturdida está que le digo que nos dé la llave, y va a por ella. Nunca fue muy lista, le digo al hombre grande. Mientras la chica vuelve con la llave, les digo a un montón de ancianos que salgan de la casa, que hay que escapar. Los ancianos caminan muy despacio, se demoran charlando unos con otros. No sé cómo tengo la llave. Una llave de hierro de 30 centímetros. Encierro a la chica en la casa y huimos lentamente. Un niño llora. Una pareja que lo llevaba de la mano decide abandonarlo. Ni siquiera es nuestro, dicen. El niño dice que ha perdido su silbato y que no se irá sin él. El niño lleva una gomilla que le aplasta las orejas contra la cabeza y que le pasa por la nariz. Se la quito. Tiene orejas de soplillo, pero deja de llorar. Una sonrisa enorme. ¿Era esto?, pregunto. Sí, dice el niño. Lo tomo en brazos y huimos por un túnel.

En la boca del túnel hay un vigilante. Lo miro con temor. Parece que me conoce de algo y sonríe, me saluda con la cabeza dándome su beneplácito para que huya. Me vuelvo hasta él de nuevo. Es usted el hombre más guapo que he visto en mi vida, le digo. El hombre se quita la gorra y huye con nosotros. Una chica rubia vestida de fiesta dice que nos demos prisa. Los ojos del vigilante brillan. Siempre las rubias, le digo con un gesto cómplice. Él me pone una mano en el hombro y corre tras ella. Al llegar a una plaza que da al puerto, vemos la casa desde fuera. Hay una puerta que da directamente a la plaza. Podríamos haber salido por ahí, dice alguien. Pero la puerta está sellada con varias barras cruzadas de hierro negro. En la plaza todo sucede con normalidad, gente que pasea o que vende en sus puestos. nadie nos mira. Hemos salvado a más de mil, le digo al niño. Y de repente no sé qué haré con ese niño que no es mío y si siquiera sé cómo se llama.

murcia es lo mejor

martes, 5 abril 2016. Estoy en un bar con personas que no conozco. Me preguntan si hay editoras. Muchas, respondo casi ofendida. Al intentar recordar nombres, no soy capaz de llegar a tres. También hay dos niños. Uno me dice que es una niña. Se parece mucho a Anne. Se lo digo. Le hace ilusión parecerse a alguien, la cara se le ilumina de repente. Su hermano pequeño dice que lo coja en brazos, que a quién se parece él. Lo abrigo con una bufanda roja para salir a la calle. Mientras tanto, Alberto dice que se ha metido detrás del mostrador para coger una caja de cerillas de propaganda que ponía "Murcia es lo mejor" y Daniel paga lo que hemos tomado. Ya en la calle un hombre enorme nos pregunta por un hotel. No lo entendemos. Mientras miramos un plano, un chico le roba la cartera. Corro tras él. Aparece una banda de música de militares, les digo que dejen de hacer el tonto y detengan al chico. Uno de ellos se asombra por la descripción tan minuciosa que hago de él. siendo de noche y estando la calle a oscuras. Hablamos mientras bajamos por una calle hasta una cafetería. Todo resulta cursi, desde las sillas hasta las magdalenas cubiertas de chocolate. Alguien me dice que le guarde un sitio a mi madre, pero mi madre ya está sentada a la mesa. Más conversaciones de amueblamiento entre tazas rococó. No sé qué hago allí.

max

domingo, 3 abril 2016. Parecía un portal pero era una tienda de herramientas viejas. Un hombre me pedía disculpas por no levantarse a saludar. Es que estaba cerrando, dice. Le digo que sólo voy al piso de arriba. Los peldaños de la escalera son tablas de madera muy vieja y muy mal colocadas. temo caerme. El bolígrafo que llevo en la mano se me cae entre los escalones. Bajo a buscarlo. Está entre libros y papeles viejos que hay en una caja que fue de transportar fruta. Entre las cajas aparece Max, el hijo de Eloísa. Lo abrazo, me alegro muchísimo de verlo. Le enseño la tienda como si fuese mía, demorándome en cada objeto absurdo. Max lleva la merienda en la mano, atiende a mis palabras con los ojos muy abiertos sin dejar de masticar.

de qué sirve viajar?

sábado, 2 abril 2016. Yo acababa de volver de China y nadie me preguntaba dónde había estado. Por un momento dudé si aquello era verdad. Miraba a mi alrededor y todo estaba igual que antes. ¿De qué sirve viajar?, pensaba mientras veía a los demás hacer sus cosas a mi alrededor.