buitres

jueves, 24 agosto 2017. Salud sigue a una chica. Corren como locas por la acera de las paradas de autobús. Yo sigo a Salud. Las dos llevamos vestidos largos y vaporosos con grandes estampados. Me lo recojo para no tropezar. Nos miran. Me gusta que nos miren. Llegamos a lo que parece la librería de un museo. Le digo a la chica que tiene una nariz preciosa, que si me la cambia. Sólo los fines de semana, añado. Dice que la ha heredado de su padre. Al ver que no me inmuto, me dice que su padre es Miguel de los Reyes. Yo finjo que me sorprendo mucho. La chica desaparece satisfecha. La sigo. Me fijo en el suelo, me extraña que un sitio de paso tenga moqueta. Me gusta. Dentro regalan libros. Nadie se atreve a coger ninguno. Alguien mete dos en mi cesto. No digo nada. Salgo a una terraza, me siento a mirar. Delante de mí se sienta Juan que finge no conocerme. No digo nada. Me marcho más indiferente que triste. Al salir vuelco el cesto en una papelera. A los cuatro pasos pienso en por qué he hecho esa tontería. Vuelvo. La papelera está rodeada de gente. Pelean por mis cosas. Consigo recuperar una libreta y el portaminas. Se enfadan. Explico que todo eso es mío, que acabo de tirarlo, que en la libreta hay datos importantes y el portaminas me lo regaló mi padre cuando cumplí 50 años. Ni me miran. Parecen buitres.