martes, 15 agosto 2017. Parece una habitación de hotel y parece que estamos esperando a alguien. Nadie dice nada. La habitación es estrecha y la situación incómoda. Por hacer algo, me pongo tres tipos de crema en el brazo. Una mascarilla verde, otra blanca y otra una crema ligera transparente. ¡Ya está aquí!, dice alguien. Corremos a abrir. Yo llevo el brazo a la vista, como si las tres muestras de crema fuesen condecoraciones. Aparece un chico muy bajito y muy feo que atraviesa la habitación sin saludar siquiera. Sale por la ventana que da a un solar con hierbajos y un agujero enorme lleno de agua muy negra. El chico se lanza vestido, sin pensárselo dos veces. Casi resbalo detrás de él. Una de las limpiadoras del hotel me agarra del brazo para que no caiga. Volvemos charlando tranquilamente a la habitación.