domingo, 22 abril 2018. Camino por calle María con los brazos extendidos como si fuera una sonámbula. Sostengo el que era mi vestido favorito de niña. Mientras lo miro delante mí, recuerdo que alguien me ha dicho que se lo regale a mi sobrina Nadia. Cuanto más lo miro más pegas (o excusas) encuentro para quedármelo: le faltan los tirantes y, además, aumenta una talla a cada paso.