sábado, 18 agosto 2018. Voy a cada de mis padres. Me cruzo con varios grupos de niños. Me extraña que vayan solos por la calle porque es de noche. Algunos caminan desorientados (parecen pequeños zombis), otros sin embargo llevan chalecos reflectantes y el mayor los guía con un silbato. Al llegar a la calle de mis padres tengo que sortear a una masa de gente (masa no es metáfora: sus cuerpos forman parte de una especie de lava o espuma densa rosa que al avanzar se va ensuciando). Por fin consigo llegar al portal. Me reciben unas niñas muy delgadas (con poca ropa, por el enorme calor que hace), se abanicándose, me dicen que no queda nadie, todos se han marchado. Mis padres también?, pregunto extrañada. Han dejado aquí sus cosas y se han ido, no creo que vuelvan, dice. Abre una trampilla que hay en el suelo. Dentro hay ropa desordenada. No es de mis padres, mi padre nunca ha usado bóxers de cuadros, le digo.