sábado, 8 septiembre 2018. Llego a la casa de mi abuela, es de noche y la puerta está abierta. Intento cerrarla, pero no encaja. Pienso que cualquiera podría colarse. Intento decírselo a mi familia, pero nadie me hace caso. Charlan en el comedor de pamplinas. En la mesa hay muchas fuentes con comida y copas, como si estuvieran celebrando algo. Salgo de la casa y llego en medio segundo a la Plaza de la Merced. Las farolas están apagadas y el suelo mojado. La gente sale a la vez de tres cines con caras largas a pesar de que en los carteles aparecen películas que parecen comedias. Todo me da la impresión de sucio y triste. Se hace de día de repente. Veo salir a mi sobrina Elena con sus amigas de una heladería. Llevan camisetas muy ajustadas y pantalones muy cortos. Vais desnudas, deberíais poneros algo de ropa para comer helado, les digo. Se enfadan muchísimo.