sábado, 15 septiembre 2018. Antonio y yo estamos en una habitación de hotel enorme. Desde el ventanal se ve la playa. Hemos quedado para preparar una charla. Ha traído varios trabajos encuadernados, dice que los repase y use lo que necesite. Sin pensarlo abro por la primera página, miro el índice y marco con bolígrafo lo que me interesa. Nada más hacerlo, caigo en la cuenta de que tengo que devolvérselos. Busco a Antonio para decirle lo que acabo de hacer, pero no está.
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Estoy en un dormitorio que se supone es el que compartimos mi hermana y yo. Un chico con mono blanco arregla algo en el techo subido a una escalera. Entran dos chicos con mono azul, dejan algo en el suelo y, al irse, le preguntan algo al del mono blanco y se ríen. ¿Qué te han dicho?, le pregunto. Que hay unas bragas en el suelo. Me levanto a recogerlas. Es un sujetador de mi hermana. Le pido disculpas por el desorden, le digo que no es mi dormitorio, que yo soy una maniática del orden.