viernes, 2 agosto 2019. Camino por la calle. Paso por delante de varias tiendas de ropa. Todas sin clientes. Pienso en qué pena tener una tienda y que nadie entre a comprar. De repente la acera se llena de parejas (la mayoría con bebés) que salen de una tienda de souvenirs que también vende vestidos blancos tipo "La casa de la pradera". Todas salen de la tienda con los vestidos puestos. Ellos llevan traje gris. Imagino que es una boda tonta, de esas que piden a los invitados a vestir de un determinado color. Sigo mi camino, pero me cuesta avanzar porque ocupan acera y calzada. Al llegar a una calle más ancha, hay adolescentes de la mano haciendo un cordón para que pasen los novios. Van vestidas de amarillo y rojo. Me fijo en que voy de morado. Pienso que les estropeo la fiesta, porque por donde paso parecemos una bandera republicana. Me río para mis adentros y hasta dudo si pedir a alguien que nos haga una foto. No me atrevo. Empiezan a mirarme mal y decido darles esquinazo. Entro a una calle empedrada. Dos chicas vestidas de azul tiffany, se quitan la ropa. Debajo llevan shorts de cuero. La calle se convierte en un río. Las chicas comienzan a besarse y montan una escena porno. Mientras una le fustiga los pechos, la otra mira hacia un montón de tablones amontonados, como si fueran su público. De repente, como si hubiera pasado el tiempo, las chicas están en su casa y los objetos construidos con aquella madera que las observaba, las atacan.