cigalas

sábado, 14 diciembre 2019. Se supone que estamos en un restaurante, pero es mi casa. No conozco a nadie. Noto que piden con prudencia, mirando los precios. Me siento a comer con ellos por no hacerles un feo. Cuando ya hemos terminado y van a traer los postres, un padre y su hijo piden una fuente de cigalas y las comen a escondidas, casi debajo de la mesa, para no compartirlas. Un chico, que se parece mucho a Pablo Aranda, se levanta indignado y dice que ellos deberían pagar más cuando hagamos las cuentas. El hombre y su hijo se levantan ofendidísimos y dicen que no pagarán nada, ni poco ni mucho, porque nadie les dijo que tuvieran que llevar dinero, ni sabían el menú. Subimos por subir, dice el padre. Se supone que son vecinos. Salen de casa se meten en el ascensor. Los sigo escaleras abajo. El ascensor me lleva a un rellano a oscuras, que he visto ya en otros sueños, y me da muy mala espina. Camino hacia atrás sin dejar de mirar las puertas.