lunes, 30 diciembre 2019. Miro mi escritorio (que no es el mío) y me parece muy fotogénico. Cuando mi padre ve que voy a por la cámara para hacerle un una foto, mi padre la coge antes que yo y comienza a estudiarla muy cerca de la cara. Qué ridículo, pienso. Mi madre se acerca y nos reímos de él a escondidas. ¿Qué os pasa?, pregunta. Nada, estamos jugando al bicho canasto, le digo y nos tiramos al suelo muertas de la risa haciéndonos una bola. Me vuelvo a mi cuarto (que tampoco es el mío). Ahora el cuarto parece un decorado. El escritorio ha desaparecido. Hay pósteres y armas en las paredes. Andrés está en el centro con el gesto dulce y orgulloso de quien piensa que ha hecho un buen trabajo. Aunque no me gusta nada el resultado, pienso que ha decorado la habitación para mí. No le digo nada, lo abrazo.