cal

lunes, 16 marzo 2020. Alberto y yo nos hemos metido a investigar una residencia de ancianos. Pasamos por salas y pasillos casi como si fuéramos invisibles. Esto no es lo que enseñaban en la tele, dice Alberto. Yo le digo que no hable, que camine sin llamar la atención. Llegamos al final, pero la puerta está cerrada, temo que nos pillen. Hay una puerta de madera muy sucia, la empujo y llegamos a una sala enorme en obras con montones de cal, tierra y cemento. Levanto una tabla, pero detrás sólo hay un pequeño agujero por el que no quepo. Alguien desde fuera abre una puerta oculta que da a la calle. Es un guarda jurado regordete muy amable. ¿Podemos salir por aquí? Pasen, pasen, responde sonriente. Una vez a salvo en la calle me sacudo la cal de la ropa y le digo a Alberto que seguro que el vigilante era vasco, si no, nos hubiese denunciado.