domingo, 15 marzo 2020. Estoy en la barra en curva de un bar. Es un arco de madera muy pulida, me gusta el tacto, pongo las palmas de las manos abiertas para notarla mejor. Desde mi extremo, veo a Oeste que mira su copa. Una copa, pienso, no me lo esperaba. Yo tengo delante un vaso de Duralex enorme. Escribo algo en un trocito de cartón y se lo enseño disimuladamente, pero no me mira. Doy golpecitos sobre la barra para que mire hacia mí. Nada. Sólo veo cómo mira vibrar el líquido de su copa.