sumidero

domingo, 3 julio 2022. Alberto va a nadar. Se supone que la piscina cubierta está en el bajo de un edificio y fuera, en la acera, la gente toma el sol (aunque por la calzada sigan pasando coches). No quiero quedarme allí. Voy a nadar contigo. Alberto dice que dejemos las mochilas en la acera. Le digo que temo que nos las roben. Solo podemos entrar con una. Paso de una mochila a otra las cosas que no quiero perder, entre ellas, el erizo César y el anillo de mi madre.
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Parece que va a haber una lectura. En las gradas de obra encaladas, esperan Juan y Manuel. Me presentan a una pareja que acaba de llegar. Me saludan como si me conocieran de toda la vida. ¿Te han dado un beso en la boca?, pregunta Juan. Niego. Dos chicas muy jóvenes aparecen y se besan delante de Manuel y de Juan. Manuel dice que lo aguanta más. Se levanta, se sienta sobre un sumidero y lee un poema. Mientras lee se va volviendo líquido, cada vez más pequeño, hasta que desaparece completamente. Corro a contárselo a Juan. Nadie hace nada.
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Camino con Juan Luis por la calle. Levanto la vista para mirarlo. Le digo: Me pregunto cómo me verás desde ahí arriba (él mi de dos metros). Se ríe. Le digo que espere un momento y entro en una tienda a mirar unos pantalones de lino que había visto en internet (tonos muy apagados en verde, beige y rojo). Me decido por el rojo pero no hay mi talla, todas son grandes. Compro un lápiz. Cuando salgo, vamos a su hotel. Dice que lo espere mientras se ducha. Mientras se ducha, dibujo en el cristal de la mesa, con la uña, espinas de pescado.