martes, 25 octubre 2022. Subo por una cuesta a la que se supone es mi casa (no se parece en nada, ni la calle ni el edificio). En el primer piso (su supone que donde vivo) los balcones están abiertos. Me parece ver a Alberto con alguien, tomando una cerveza. Creo reconocer a Francis. Saludo. Subo a casa por la escalera (no hay ascensor) y todo está lleno de muebles viejos y cajas (se supone que nuestros porque acabamos de mudarnos). Al sostenerme en la barandilla, se rompe. No sé cómo los vecinos no han protestado porque no hay sitio para subir ni bajar. Al entrar en casa, varios amigas de Francis están recolocando mis libros en las estanterías. Aguanto mi ira. No os matéis mucho porque en cuantito os vayáis pienso cambiarlos otra vez, le digo serenamente. Unos chicos le enseñan a Alberto algunos enseres, le preguntan sin son para tirar. Alberto les dice que mejor me pregunten a mí. Les digo que lo que crean que es para tirar lo dejen todo en un rincón de la casa para que yo pueda mirarlo cuando se vayan. Aguanto mi malestar con una sonrisa solo porque son amigos de Francis, pero los mataría a todos.