aguja envenenada

martes, 8 octubre 2024. Se supone que estamos en Uruguay, en un restaurante, pero la decoración y la comida es china. Entre las mesas nada un gato chato y peludo. El gato intenta beber de un frasco con líquido. Alberto le hecha un chorro de kétchup, el gato cae al frasco y sale teñido de rojo. Nos ha sobrado comida y le pido al dueño que la empaquete. Me da un táper y un cajón. En el cajón hay cubiertos, juguetes, anillos y medallas. Separo cada cosa, se las dejo ordenadas. Me quedo de recuerdo con unos soldaditos planos para Alberto. Daniel dice que le gustó más Cuba y otra chica habla de dos poetas. Le digo que se divorciaron y él se casó con la chica que habían adoptado. ¡Ha hecho un Woody Allen!, dice la chica sorprendida y me da una toalla para que me seque el pelo (no sé por qué me lo he lavado antes de marcharnos). Daniel dice que no le gustan nada los cotilleos, y menos de poetas. Carlos dice que antes de volver a España tengo que probarme unas gafas que ha visto, que me quedarían muy bien porque son muy discretas. Ya por la calle nos cruzamos con un grupo de chicos y chicas. Una de ellas dice, voy acaloraíta. Re acuerdo del anuncio Achicharraíta y lo repito varias veces. El novio de la chica piensa que me estoy riendo de ella, y lanza a Alberto una aguja. Se la quito de la espalda, le pregunto al chico qué es. Eso por reírte de mi novia, a tu novio se le paralizará el cuerpo y después morirá, dice. Busco un taxi para llevarlo a un médico. Una taxista, al parar, empuja una excavadora y la vuelca. Ante mi asombro dice: es que soy muy fuerte, me largo de aquí.