un socavón y dos copas de vino

viernes, 11 octubre 2024. Mi madre despide a mi hermana. Nada más cerrar la puerta me dice que tiene que enseñarme algo, pero no puedo decírselo a mi hermana para que no se deprima. Levanta una alfombra y debajo hay un enorme socavón. De repente toda la casa está llena en ruinas, incluidas paredes y techos. Nos movemos con dificultad sobre los escombros para ver los desperfectos. Le digo a mi padre que no se levante porque puede caerse. Arreglar esto va a llevar meses, le digo, y que hay que empezar cuanto antes porque podemos caer al piso de abajo. ¿Y no crees que pueda estar listo antes de que llegue tu hermana?, pregunta mi madre.
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Cruzo la calle donde vivía mi abuela y veo a Andrés en una especie de cobertizo. Me siento frente a él. Pregunto, ¿conoces a Larry David? Él responde en lenguaje para sordos, number one. Hay dos copas de vino sobre la mesa. Me hace una seña con el índice sobre los labios para que me calle. A nuestro alrededor parece que se esté proyectando una película. Antonio y otros poetas discuten sobre poesía en un callejón, Antonio cae al suelo, pierde las gafas, voy a levantarme para ayudarlo y Andrés vuelve a decirme con gestos que no me preocupe, que ni siquiera pasó en el pasado, que solo es un sueño proyectado. Se me cae el móvil a una alcantarilla. Andrés lo pesca con un cazamariposas y lo mete en una bolsa, le hace el vacío y me lo da como nuevo. Aparece mi sobrino Darío, pregunta a su padre si nos vamos ya. Andrés le señala con la mirada las dos copas de vino llenas. Me bebo una de un trago. Darío hace lo mismo. Pienso que cuando mi prima Elisa se entere nos vamos a llevar una buena reprimenda porque Darío es menor de edad.