viernes, 9 septiembre 2011. Estoy en una especie de parque acuático construido con piedras, lo que le da un aspecto siniestro. Parece que escapo de alguien. Intento lanzarme por un tobogán, pero las piedras están cubiertas de liquen y musgo, y es imposible deslizarse. A lo lejos veo a Iker, me hace señas, me lanzo de cabeza por unas fuentes de troncos y de ahí unos rápidos me llevan hasta una cueva subterránea. Iker me saca del agua, me abraza, me da ropa seca y me dice que no me preocupe por nada. Desde unos monitores vemos el parque acuático en blanco y negro. Oímos como avisan por los altavoces que he muerto. Te lo dije, ya no tienes que preocuparte por nada, dice Iker sonriente.