viernes, 9 marzo 2012. Estoy en un local muy grande y luminoso. En el centro Juan Perro lee poemas al tiempo que hace construcciones con tapones de detergente. A modo de telepredicador, se pasea entre la gente y les toca la cabeza. Pienso que si viene hacia mí y me toca, me desmayaré de emoción. Cuando llega a mi lado toca la cabeza de la chica que está a mi derecha. Aprovecho para decirle muy flojito que su trabajo me emociona hasta el punto de hacerme llorar. Me sonríe y me entrega un tapón verde. Salgo del local emocionada. Unas chicas con bolsas de basura me dicen que debo devolverles el tapón. ¿Por qué? Porque somos las encargadas del reciclaje. Salgo corriendo para que no puedan quitármelo. Las calles están cortadas por culpa de un desfile militar. Dos chicos que también quieren cruzar (y también llevan sus tapones verdes en la mano), me miran y me dicen que vaya con ellos. Corremos por las calles entre soldados que parecen de pega.