jueves, 28 junio 2012. María y Camilo se levantan con prisa, dicen que no tenemos tiempo. Camilo intenta ponerse unas alpargatas a la vez que se come una magdalena. Cuando salimos a la calle comienza a llover. Los tres llevamos alpargatas y se hinchan al mojarse, nos pesan, no avanzamos. Le pregunto a María que cómo no ha tenido hijos, que si piensa tenerlos. Como respuesta, dice que vayamos al portal de la casa de mis padres para jugar con los buzones. Nos sentamos en el suelo y separamos la publicidad de la correspondencia. Encontramos varias cartas para mí. María las va abriendo y clasificando. ¡Otro regalo de navidad!, dice cada vez que abre un sobre.
una jirafa, una cebra
martes, 26 junio 2012. Llego a una especie de iglesia con una puerta de más de diez metros de alta, muy pesada. La empujo con todas mis fuerzas. Detrás no hay nada. Andrés dice que no la cierre, que deje correr el aire. En el suelo hay un agujero por donde sale aire muy frío. Llega Antonio, dice que la lectura de Sanmartín va a empezar. Me extraña que lleve bolso. Dice algo sobre que todos los poemas deben rimar. Hasta los tuyos, dice y me pega con en bolso. No comprendo nada. La iglesia se transforma en una playa. Sanmartín juega con la arena. Le pregunto si busca algo, pero no dice nada y me pongo a buscar con él. Mientras, Andrés y Antonio se han convertido en jirafa y en cebra, y van vestidos de legionarios. Se calientan las manos un una pequeña hoguera.
obstáculos
lunes, 25 junio 2012. Busco el paseo marítimo para correr. No conozco la ciudad, voy preguntando a la gente con la que me cruzo, pero, como voy corriendo, o no me hacen caso o no me entero de la respuesta porque ya me he ido. Una niña me dice que le duelen los zapatos que lleva puestos, que le diga a su madre que se los cambie. Si dejar de dar saltos, como hacen los que corren en los semáforos, intento decirle a través de la ventana a una mujer que duerme, que a su hija le duelen los pies porque los zapatos llevan cremalleras en la punta. Ni caso. Mientras la mujer duerme, o hace que duerme, en la tele anuncian el último trabajo de Sabina. Es una canción de Sr. Chinarro, incluso con su misma voz. Pienso que tengo que avisarlo de que Sabina lo ha plagiado.
un manitas
domingo, 24 junio 2012. Mi madre y Fernando arreglan algo sobre la mesa, algo muy pequeño que les hace estar pegados, con las cabezas muy juntas. Pienso que parecen dos cirujanos operando a una hormiga. Ni si quiera se dan cuenta de que he llegado, así que enciendo el ordenador y me pongo a escribir. Al cabo de unos minutos recogen lo que estaban haciendo. A otra cosa, dice Fernando. Mi madre abre un cajón y saca un puñado de baratijas rotas. ¡Este chico es un manitas!, dice entusiasmada.
memoria selectiva
viernes, 22 junio 2012. Estoy con dos chicas en lo que parece el hall de un hotel. Por allí pasan escritores y actores conocidos. Entra Raúl Arévalo, se acerca a nuestra mesa, me abraza efusivamente, como si nos conociéramos de toda la vida, como si lleváramos mucho sin vernos. Habla con las chicas de David González. Me preguntan por él, pienso que esperan que lo critique. David es como yo, no tiene memoria para lo malo, les digo. Nada más decirlo, me pregunto si será cierto.
dientes metálicos
miércoles, 20 junio 2012. Estoy en una habitación desordenada con una chica. Mientras ella se arregla para salir yo hago tiempo acariciando a su perro. Alguien abre la puerta sin llamar, con su propia llave. Parece de una agencia y viene a enseñarle el piso a un grupo de gente que toma apuntes de todo. El piso no es más que una habitación cuadrada, pero los que han llegado hablan de sus muchas posibilidades y se ponen a hacer obras inmediatamente.
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Se supone que mi madre está en el hospital y voy a ir a visitarla. No sé qué llevarle, no sé qué necesitará si ropa o revistas. Meto un poco de todo. La bolsa pesa demasiado y pienso que quizá ya le hayan dado el alta. Vuelco de nuevo la bolsa sobre la cama. Pienso que no sé en qué hospital está ni cómo llegar hasta allí.
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Camino por la calle, parece que tengo prisa. Al llegar a las terrazas de la Plaza del Obispo veo a una camarera cantando entre las mesas. Canta menús y tapas. Veo a Maldonado y me acerco a saludarlo. Me pregunta si Alberto encontró por fin título para su último documental. La camarera se saca la dentadura y deja ver unos dientes metálicos perfectamente alineados. Quiero largarme de allí cuanto antes.
¡viva murcia!
martes, 19 junio 2012. Paseo con mi hermana por una ciudad con edificios coloniales. Al llegar a una bodega, mi hermana dice, ¡Viva Murcia! Nos sentamos en una terraza. Llega su exmarido y otro chico que se sienta a su lado y la abraza. Le hago señas para que se separe un poco de su nuevo novio porque mi excuñado está a punto de llorar. Surgió así, dice ella. Mientras tanto, el camarero nos ha servido sin preguntar dos tés y dos cervezas.
despertar
domingo, 17 junio 2012. Me despierta el teléfono en una casa que no reconozco. Oigo una voz que tampoco reconozco, que me habla en lo que parece algún idioma africano. Termina diciendo: Dime si quieres venir. Pienso que es Andrés, que me llama desde Ciudad del Cabo. Hay también un mensaje en el contestador. Es la voz de Omar. Dice que si no sé dónde estoy suba al tejado de la casa. Subo. El tejado es plano y hay zarzas que me llegan a las rodillas, me arañan las piernas. Miro a mi alrededor y sólo veo un bosque algo seco con caminos de tierra.
la excusa del tiburón
viernes, 15 junio 2012. Paso por delante de una tienda de bolsos y recuerdo que mi hermana quería uno rojo. Antes de entrar, no sé cómo, meto el mío a través del cristal y lo dejo en el escaparate. Todo está a contraluz, tropiezo, casi me caigo. La tienda ha cambiado, ahora parece una almoneda. La dueña está sentada detrás de una mesa camilla. Le pregunto si puedo pasar al escaparate porque he dejado mi bolso allí. Al entrar, rompo una puerta de cristal. La mujer me explica que son puertas especiales para guardar dentro encajes, que ella guarda encajes incluso dentro del cristal de los vasos. Sin dejar que yo diga nada, comienza a hablarme de relojes de comunión. Como quiero irme de allí, y para no seguir la conversación, le digo que a mí no me regalaron ninguno. Me mira con desconfianza. Se me acerca un niño, me pregunta si voy a quedarme a comer. Le digo que tengo que irme a casa, con mi gato y con mi perro. Tú no tienes gato ni perro, dice. No, pero tengo un tiburón enorme, le digo. El niño dice que quiere ir al baño. La mujer me da dos pulseras de cuentas de plástico, se supone que son las llaves de los baños, y dice: Adivina cuál es cuál. El niño grita y se ríe: ¡Están mojadas, están mojadas!
despertador con plumas
martes, 12 junio 2012. Estoy durmiendo. Suena el despertador. El despertador es una caja de cartón grande, que hace las veces de mesa de noche, con una gaviota dentro. La gaviota chilla. Le doy unos golpecitos y se calla. Me levanto
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Marcos me cuenta que tiene el hígado muy mal. Lo tengo hinchado, mira. Le toco el vientre, enorme como una embarazada de ocho meses. También tengo una piedra. Vuelvo a tocar. Donde antes había vientre hinchado ahora hay un bulto del tamaño de una pelota de tenis. Tienes que operarte, le digo. No te preocupes, si pides la piedra te la darán en un tarro con formol.
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Hay tres ascensores sin paredes ni puertas. Los botones no tienen números, tienen dibujos. En dos de ellos se ven unas bolsas de basura atadas con lazos rojos. No sé a qué piso voy, no sé dónde estoy.
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Una chica llora en el pasillo de casa, junto a la puerta del baño. Dice que no hay agua y no puede ducharse. Voy a la terraza, todas las plantas han desaparecido. Ni siquiera hay manguera, le digo a la chica, pero no te preocupes, ya encontraré una solución. La chica sigue llorando, se me te en el cuarto de baño y comienza a cortarse el pelo a trasquilones.
puerta verde
lunes, 11 junio 2012. Fernando y yo bajamos por la calle Arganzuela de Madrid. Le llama la atención una puerta pequeña de madera pintada de verde. Ni te imaginas lo que hay detrás, le digo, pero ten cuidado al entrar. Fernando sube un par de escalones, entra con tantas ganas que se golpea la cabeza con el marco de la puerta y cae. Está tumbado en la acera, boca arriba. Por la calle pasa gente que ni nos mira, intento reanimarlo. Suena su móvil, respondo. Una voz de mujer me dice: Lleva la tarjeta sanitaria en el bolsillo de la camisa.
un verdadero apache
viernes, 8 junio 2012. Parece una habitación de hotel aunque a ratos parece un hospital. Allí está mi familia, en la terraza, alrededor de una mesa haciendo tiempo. En la habitación está mi tía haciendo un recuento de muestras de cosméticos. Mi hermana y Andrés están en un sofá viendo fotos. Salgo al pasillo. La moqueta está llena de cáscaras de pipas. Entra y sale gente de la habitación de al lado. El ministro de Economía me saluda. Dice que desde la habitación no se entiende nada Es por el eco, le digo. Lo acompaño hasta el punto del pasillo donde se oye bien. Lleva chaqueta y corbata, pero en vez de pantalón, una falda gris por la rodilla y unos tacones negros de aguja. Lo que quieres oír es un discurso que alguien está dando en la calle. Vuelvo a la habitación de mi familia. En el pomo de la puerta hay dos pelucas, una rubia con flequillo y otra pelirroja. Me pongo la pelirroja, la melena me llega a la cintura. Encima me coloco un gorro de lana. ¿Qué tal me queda el pelo largo? Mi hermana tuerce el gesto, Andrés dice que a mí todo me sienta bien, mi tía sigue contando cosméticos. En la terraza, al rededor de la mesa, ya no están mis padres, hay un montón de niños. Uno de ellos se acerca a tocarme el pelo. Tira fuerte, le digo. Se queda con cara de asombro y la peluca en la mano. Ya eres un verdadero Apache, le digo.
turistas
jueves, 7 junio 2012. Alberto me dice que hay que darse prisa si queremos ver la ciudad. No sé a qué se refiere. Salgo de un salto de la cama. No hay tiempo, dice Alberto, agárrate fuerte. Sin duchar, ni vestir siquiera, me abrazo a él. Desde la terraza toma un pequeño impulso y volamos en vertical. Efectivamente, está anocheciendo y desde donde estamos se ve una ciudad desierta. Sobrevolamos una zona de edificios de piedra en ruinas. Alguien desde abajo nos hace señas, algo así como que nos volvamos a casa porque van a cerrar.
+
Llueve, entro en un bar para resguardarme. Hay mucha gente, consigo llegar hasta un rincón donde hay una tabla en la pared que hace de barra. Comienzo a sacar todas las cosas del bolso y voy secándolas con servilletas de papel. Hola, me dice el tipo que está en el taburete de al lado. Es Chivite. ¿Pero qué haces tú aquí? Como única respuesta saca de su bolso algunos objetos muy parecidos a los míos: una moleskine de cartón, un rotulador de punta fina, unas llaves sin llavero. Lo que más me llama la atención es que lleve un monedero de ante con cremallera, idéntico al mío. ¿De dónde lo has sacado? Me lo regalaron mis hijas cuando fui abuelo, dice. ¿Has sido abuelo? No. ¿Y quieres serlo? No, ¿y tú? No lo sé. ¿Quién te lo regaló a ti? Mi padre, aquí guardaba el tabaco de pipa. Después pide que le enseñe mi libreta. Las hojas están sueltas, arrugadas y mojadas, me da vergüenza que las vea, las guardo en el bolso. Mientras hablamos llega Daniel y se toma un café a nuestro lado. Te presento a mi amigo Daniel. Antes de que Chivite se vuelva, Daniel me hace un gesto de "déjame en paz" con la mano y se va. Chivite me pregunta si ha ido mucha gente a la manifestación. Le digo que no, que por culpa de la lluvia no ha ido casi nadie. Quiero preguntarle qué hace en Málaga, si ha venido a la manifestación o a la lectura de su amigo Félix Grande. Como si pudiera leerme el pensamiento, dice: he venido a la lectura de Félix. Tengo que irme, meto todas mis cosas en el bolso. Nos vemos mañana en la lectura, entonces, le digo y me voy sin despedirme. Al llegar a casa, Alberto me está esperando con una enorme maleta. ¡Nos vamos!, dice muy contento. Pienso que tengo que avisar a Chivite de que no podré ir a la lectura, descuelgo el teléfono y, al ir a marcar, recuerdo que no tiene móvil.
un globo
miércoles, 6 junio 2012. Voy andando por la Alameda de Colón, entre los coches. No avanzo nada porque hay atasco. Saco un globo del bolsillo, lo inflo y me elevo. Veo los coches cada vez más pequeños desde el aire, los dejo atrás.
agujas del seis
lunes, 4 junio 2012. Hago la maleta a toda prisa, meto la ropa sin doblar, no miro si es de verano o de invierno, no calculo los días. Dudo si meter libros o el punto. Meto libros, los saco, meto una bufanda a medio hacer. Pienso que no me dejarán entrar en el avión con unas agujas del seis. Vacío la maleta sobre la cama. Vuelta a empezar.
el blanco es el color de la risa
sábado, 2 junio 2012. Estoy durmiendo sobre un cartón en la acera. Llega un grupo con pinta de haber pasado toda la noche de bares (entre ellos Carlos, Susi, Blanco y Camilo). Susi pone canciones de los Kinks en un pequeño equipo de música que hay junto al cartón. Nadie dice nada, parecen muy cansados. Al momento deciden marcharse. Quiero ir con ellos, pero tengo que llevar un paquete a casa de mi abuela. Corro por la calle, avanzo muy rápido. Con las prisas he salido en pijama. Pienso que si tuviera los pechos más pequeños correría aún más rápido. Los pechos se me hacen más pequeños al instante. Dejo el paquete en la ventana que da al jardín. Es tan temprano que temo asustar a mis tías. Soy yo, no pasa nada, digo al dejarlo entre las macetas. Corro de nuevo para unirme al grupo, los veo sentados en una grada, todos van de negro menos Camilo. Le hago señas, me saluda con la mano, hace señas para que me acerque. Menos mal que tu camiseta es amarilla, le grito.
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En la acera, delante de la casa de mi abuela hay una madre muy joven jugando con su hijo. Cuando paso, ella le dice al niño que mire mi falda. Llevo una falda blanca de tutú con mucho vuelo, parece un merengue. El niño la toca El blanco es el color de la risa, dice. Le digo a la madre que he visto jugar a su hijo muchas veces y pienso que es un verdadero artista. Sí, hace cosas bonitas con arena. Intento convencerla de que no pueden estar todo el día jugando en la calle, que el niño debería estudiar, que no debería desperdiciar tanto talento. De repente pienso que es Juano de niño. Caminamos, llegamos a un túnel donde ella, dice, tiene que entregar un trabajo. El niño y esperamos fuera. ¿Qué son?, me pregunta señalando unas tumbas viejas. Son tumbas, ¿sabes lo que son? Ah, sí, es querer levantarse a comprar más césped y no poder.
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