jueves, 21 marzo 2013. Estoy en una especie de claustro donde va a celebrarse una lectura. La chica que lo organiza dice que leeré en segundo lugar y que si sé algo sobre la vida de Picasso. Todo, le respondo. Pues dime la fecha de nacimiento y divídela por diecisiete, dice. Ciento once, le digo. Estupendo. Una chica sube al escenario y proyecta algo. Me levanto para ir al servicio. Para no hacer ruido entro por una ventana que hay a mi izquierda. Parece una celda de un monje. Al salir, un monje muy viejo está barriendo el pasillo. Le digo que busco el servicio. Dice que no hay, que tendremos que andar un poco. Salimos del monasterio y caminamos campo a través. A veces cruzamos ríos que nos mojan hasta las rodillas. Junto al río hay pieles de cordero secándose al sol. Veo que no me dará tiempo, que pasarán mi turno. Volvamos, le digo. El hombre intenta convencerme de que me quede en el monasterio, que allí la vida maravillosa. No sabía que admitieran mujeres, respondo. me mira como si me viera por primera vez.