lunes, 4 marzo 2013. Un chico, idéntico a Pacho cuando era más joven, se sienta a mi lado. Estamos frente a una enorme mesa de madera. Me recuerda a la que Irazoki tiene en su casa. El chico intenta convencerme de que siga escribiendo y publicando poemas. Yo le cojo las manos, se las miro, como si esa fuera mi manera de decirle que no tengo ni idea de lo que haré en un futuro. En ese momento veo pasar a Daniel con su hija de la mano. Le hago señas, se acerca, se sienta junto al chico. Pienso que no comprendo cómo Daniel pudo dejar de escribir. No levantamos la vista de la mesa. No decimos nada.