sábado, 27 abril 2013. Cristina tiene que llevar unos libros a un pueblo de Murcia y me pide que la acompañe. Cuando llegamos a la plaza del pueblo se nos acercan niños y mayores, nos calibran. Para romper el hielo le digo si es verdad que preparan los mejores michirones de la región. Nos dan de beber y nos pasan cazuelitas con michirones. Un hombre mayor que todavía recela, me pregunta cuál es el verdadero truco de la receta. Ponerle un buen trozo de sobrasada, le digo. En ese momento todos enloquecen, incluso nos acercan niños como lo harían en la procesión de un santo. Cristina me dice dos cosas con la mirada: que se nos ha ido de las manos y que está medio borracha. De repente estamos dentro del coche. Cristina dice que no puede conducir, arranca el volante y lo clava en el salpicadero, delante de mí. De nuevo, de repente, estamos en casa. Nos miramos, no me atrevo a preguntarle cómo hemos vuelto. Como si pudiera leerme el pensamiento, me dice orgullosa: sé conducir dormida.