lunes, 24 junio 2013. Llego con Elvira a casa de Rosamari (una amiga del colegio a la que no he vuelto a ver). Intentamos saltar por su azotea, pero rompemos algo, hacemos ruido y decido que es mejor avisarla. Le presento a Elvira. Se saludan juntando las lenguas un segundo. Rosamari lleva por cabeza una lata de aceite de cinco litros con su cara dibujada. Todo eso (la naturalidad con que se toma que asaltemos su casa, el saludo con Elvira, su cabeza de lata) me sorprende, pero no tanto como debería. En la terraza hay una cocina de madera de varios pisos con forma de barco. En cada piso hay alguien supuestamente famoso cocinando. En el piso más altos veo a Federico y a León de Aranoa. Conduce Antonio Soler. Alguien me dice que los distraiga un rato mientras no salen las carrozas. Veo a Isabel con una maleta y les cuento cuando le tocó viajar junto a todo un equipo de fútbol, a ella que detesta tanto el fútbol. Isabel se sienta y se ríe. Alguien me dice que debo seguir entreteniendo a los de la carroza, pero que no olvide que sólo me quedan unos minutos para recoger un certificado en Correos. Miro la orden de aviso y el remitente es Rilke. Tampoco me sorprende tanto como debería. Le pregunto a Alberto si me acompaña, pero se tumba en el suelo, se tapa con una pequeña manta amarilla y dice: Hoy dormiré aquí.