lunes, 16 junio 2014. Voy en un autobús de madera donde todo el mundo se comporta como en un avión. Incluso hay azafatas. Cuando llegamos a la última parada todos se atropellan a la salida, incluso se han dejado bolsos y portátiles en los asientos. Una azafata sonríe, nos desea buena estancia, espera volver a vernos, dice. Siento vergüenza ajena.