viernes, 5 septiembre 2014. Vivo frente a la casa de Sora, entre los dos edificios hay una plaza pequeña. Llega, le hago señas, se acerca. Estaré toda la tarde escribiendo, le digo y señalo una mesa y una silla muy pequeñas que hay junto a mi ventana. ¡Siete años!, dice muy contenta. Imagino que se refiere a un aniversario. Llega Daniel con un grupo de amigos, celebran algo, hacen una melé y se dan puñetazos. No sé bien si están de broma o van en serio. Bajo a ayudarlo, pero ya no hay nadie. En el portal me cruzo con Sora. Lleva un vestido a cuadros con cancán, le pregunto si se lo ha hecho ella. ¿Llevas tres tirantes?, me pregunta. Parece que vayamos disfrazadas de los años 50. Al llegar a casa veo que me dejé las llaves puestas en la puerta. Daniel está sentado en la cocina jugando con harina y agua. Le doy un trozo de tarta de manzana y le acaricio la cabeza. Me cuenta que en la pelea le han cambiado su ropa por la de otro. Me hace gracia mirarlo comer porque parece un niño pequeño con barba.