lunes, 27 mayo 2019. Cumpián abre una lata de arenques fermentados y se la come disfrutándola como si fuese el mayor de los manjares. Me ofrece. Meto un poco en un trozo de pan y lo pruebo. Me da mucho asco. Para colmo noto que el pescado late.
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Llegamos a una casa trepando por un monte con la tierra húmeda. se hace muy difícil avanzar. Saltamos una valla como hicimos en Oporto para llegar al museo del vino. Veo que Rajoy se me acerca como si me conociera de toda la vida. Me estrecha la mano, me pregunta qué tal va todo. Le digo que, aunque parezca mentira, visto lo visto, se le echa de menos. Pone cara pánico y desaparece. Un señor con barba dice que es hora de volver. Me acompaña a la parada del bus. Dice que si se hace tarde puedo dormir en su casa. El señor se convierte en un niño (con la misma ropa, un jersey de lana cruda con adornos que le sobresalen. Se me abraza, se queda dormido, los adornos se me clavan.
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Al parecer se presenta un libro en el que participo. Van llamando por orden alfabético. Soy la segunda en leer. Me doy cuenta de que en vez de llevar poemas llevo una bolsa de plástico llena de costillas que chorrean salsa barbacoa. No sé qué hacer con ella porque podría mancharlo todo. Se saltan mi nombre. Aprovecho para escabullirme.