domingo, 11 abril 2021. Violeta y Ángelo pegan carteles para anunciar una lectura de poemas. Antonio y yo los ayudamos. He escrito el mío en minúsculas sobre papel de estraza. No se lee bien. Decido escribir uno nuevo. Antonio me acompaña a una biblioteca. Al entrar, a la derecha, veo a Umbral sentado leyendo. La bibliotecaria se acerca a él, le dice algo al oído y lo besa. Me llama la atención que Umbral no cierre los ojos mientras se besan. A la izquierda hay un mueble lleno de casilleros con tarjetas y una mesa enorme de madera color miel. La luz es muy suave Parece una biblioteca nórdica, pienso. Nos sentamos a la mesa a reescribir los carteles. La mesa se ha convertido en una cama enorme. Yo estoy dentro, del lado del cabecero (de espaldas a Umbral) y Antonio a los pies. Le doy la vuelta al cartel para escribir el mensaje en mayúsculas, pero la otra cara es de color negro y no se ve nada de lo que escribo. Antonio dice que acaban de llamarlo, que hemos quedado para llevarles los carteles, y de paso cenar, en una pizzería. Saco las piernas de la cama y busco mi ropa. Me pongo los pantalones metiendo las dos piernas a la vez, haciéndolo todo de manera eficaz para que Umbral me mire y admire. Umbral ni se ha fijado en nosotros y habla por teléfono con alguien.