sala blanca

lunes, 24 mayo 2021. Grupos de personas caminan por la calle como en la película El congreso. Mi madre me presenta a Yul Brynner. Mientras caminamos hablamos de que la manera de vivir el sexo es lo que diferencia a las sucesivas generaciones. Yo soy del 64, ¿de qué año eres tú? Tarda en responder, pienso en su coquetería. Del 54, dice al fin. Sé que, de estar vivo, sería mucho más mayor pero no digo nada. Seguimos caminando. Sonia se acerca, dice que un grupo de amigos de distintos países (por lo tanto hablan distintos idiomas, recalca) quieren ver una exposición sobre exploradores que hay en la Sala Blanca. Ya la he visto, son retratos a lápiz de exploradores muy mal hechos. Avanzo entre el grupo, que cada vez es más grande y cada vez más ordenado (en fila de ocho). Un tipo, al pasar por su lado, mete la mano por debajo de mi jersey y me rasca la espalda. Qué gustito, digo. Él, al notar que no llevo sujetador, la saca con asco. Lo ves, Yul, le digo mentalmente, este es de la generación fetichista. Veo a Blanco y Pacho entregando muestras de saliva en un kiosco. Es para volver, dicen, aquí te hacen la prueba gratis. Sigo avanzando hasta adelantarlos a todos, entro una sala donde se exponen huesos y restos de libros. En una caja hay marcapáginas. Cojo uno con fotos de casas para Francis y otro con forma de faro para Marqués. Entro en una sala vacía muy blanca. Hay huecos, me voy metiendo por cada uno, vuelven a llevarme al mismo sitio. Uno de ellos es un tubo por el que me dejo caer (de nuevo a esa sala). Me gusta tanto que me lanzo varias veces antes de que llegue todos. Cuando los oigo, salgo por un hueco que hay en el techo. Por aquí no podrán seguirme, pienso.