jueves, 21 abril 2022. Llego al portal de la casa de mis padres y junto a la escalera que lleva al ascensor hay una pizarra enorme donde se explica que un vecino ha sembrado plantas en el arriate de la entrada y otro vecino (un tal Gonzalo) las ha arrancado. Me sorprende que una noticia así está escrita en una pizarra con tizas de colores como si fuera un menú infantil. Al acercarme a mirar si hay algo en el buzón, los buzones no están. Miro a mi alrededor por si han colocado un cesto en el suelo o algo donde dejar la correspondencia. El portal se convierte en un dormitorio enorme con muchas camas alineadas a ambos lados. Un grupo habla de libros y me acerco. Me preguntan qué tal va mi novela. No tengo ni idea, respondo. Critican los libros de Belén Gopegui y salgo en su defensa. Todos se marchan menos uno, que me pregunta por un autor que no conozco. Indignado acaba también por marcharse. El dormitorio se convierte en una acera, es de noche y veo pasar a Alberto. Corro tras él. Me extraña porque va fumando un cigarrillo electrónico. Entra en un hotel. Al entrar tras él el guarda jurado no me deja. Le hago señas desde lejos, pero Alberto no me ve.