miércoles, 27 abril 2022. Salgo, entre un montón de gente, de un centro comercial. Bajamos por las escaleras mecánicas que parecen de goma. Algunas señoras están a punto de caer. A la que va delante de mí se le mete la pinta del zapato entre dos escalones. Tiro de ella. A pesar de todo nadie protesta, todo el mundo baja mansamente. A las puertas me espera mi prima Elisa y mi sobrino Darío. Me cuentan algo, pero yo sigo mirando hacia adentro, por si alguien se queda enganchado en las escaleras y tengo que ir al rescate.
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Madrugada. Estoy en lo que parece una azotea sin baranda. Miro hacia abajo como si esperara a alguien. Pegadas a una fachada encalada (la calle no tiene aceras) aparecen mi sobrina Yasmina y otra chica un poco más mayor (quizá su prima Alba). Ya estamos todas, pienso y bajo todo lo rápido que puedo. De repente estoy en el dormitorio que de niña compartía con mi hermana. Todo está revuelto. Se supone que nos vamos de viaje y las maletas tenían que estar preparadas desde la noche anterior. Mi madre entra y sale con prisa del cuarto de baño. Mi prima Elisa se prueba ropa delante de un espejo, las sobrinas se intercambian la ropa, se peinan la una a la otra. Yo meto a lo loco cosas en una bolsa de tela. De repente todas se paran, están listas para subir al autobús que acaba de llegar. ¿Nos vamos?, dice mi madre. Me miro, estoy en pijama. Todavía tengo que ducharme, les digo.